un bellissimo film pazzo e sorprendente.
una coppia stralunata, già anziana, riceve la visita di due fratellini, in realtà due nani che arrivano da un altro pianeta.
e poi arriva un altro giovinotto, adottato dall'Africa, ma mica è vero che arrivi da lì.
succedono mille cose, in un crescendo di follie, degne di Mel Brooks e di Delicatessen.
buona (spericolata) visione - Ismaele
QUI si può vedere il film completo, in spagnolo
P. Tinto e sua moglie
Olivia - cieca dalla nascita - sono invecchiati insieme in una casetta isolata,
sempre uniti da un profondo sentimento, nonostante il destino avverso gli abbia
negato la gioia di un figlio. La vita dei due coniugi, che attendono con
serenità la fine dei loro giorni confondendo con candore l'illusione con la
realtà, viene movimentata dall'arrivo di due stranieri, di cui i due anziani si
prendono cura. I forestieri sono in realtà due marziani costretti a un
atterraggio di fortuna a causa di un'avaria dell'astronave, ma, inteneriti
dalla gentilezza e dalle premure dell'anziana coppia - che li accudisce come i
figli mai avuti - stanno al gioco fin quando un terzo straniero, fuggito da un
manicomio, bussa alla loro porta presentandosi come il figlio adottivo dei
Tinto.
Hay unas cuantas cosas que no se le
pueden negar a la opera prima del español Javier Fesser: un argumento
disparatado, personajes insólitos, efectos especiales alucinantes y un muy
virtuoso trabajo de iluminación. Sin embargo, a El milagro de P. Tinto le
cuesta horrores conjugar todos esos rasgos cinematográficamente. O lo que para
el caso es lo mismo: emotivamente.
La historia arranca en un manicomio
de Europa oriental, adonde se habla un idioma extraño, mezcla de ruso con
español, inventado por este realizador que ostenta un envidiable curriculum en
el campo del cine publicitario. Ahí mismo también arrancan los numerosos guiños
y citas –que nunca llegan al homenaje– a películas y directores famosos de
todas las épocas. Desde Superman a Mel Brooks, pasando
por Delicatessen, Brazil y el gran Luis García
Berlanga. Pero estábamos en el manicomio, y alguien se escapa de allí. Después,
mucho después, veremos que el fugado se convierte en uno de los hijos putativos
de P. Tinto (así es el apellido de este hombre) y Olivia. A P. Tinto y Olivia
los veremos en todas sus etapas, pero la mayor parte de la historia transcurre
durante la vejez de ambos, lo que permite al octogenario Luis Siges, veterano
de media docena de films de Berlanga, lucirse como protagonista. Olivia es
ciega –sin dudas para abonar buena parte de los chistes– y su marido se empeña
en honrar la dinastía de los P. Tinto llevando adelante la fábrica de hostias
de su padre y formando una familia numerosa. Lo que nadie le explicó es cómo se
hacen las familias numerosas, y esto da lugar a un equívoco sobre el que me voy
a detener. Resulta que un día a alguien se le ocurre metaforizar el acto sexual
sacudiéndose unos tiradores elásticos, que rechinan reproduciendo aquel sonido
de los resortes de las camas. (Más exactamente, el mismo sonido que una de esas
camas dejaba escapar en Delicatessen.) P. Tinto, que es testigo,
creerá que el proceso de la reproducción humana se gesta así, sacudiéndose los
tiradores. Ahora bien: el chiste será más o menos ingenioso, pero se lo repite
una, dos, tres y tantas veces que todo el ingenio se extingue, y el
chiste sigue. Eso no es bueno para ningún chiste. Algo parecido sucede con el
film todo…
Tras su exitoso paso por el cortometraje Javier Fresser
dirigió la sorprendente, única y diferente dentro del panorama cinematográfico
español de los noventa, El milagro de P. Tinto. Fresser construye
una comedia surrealista y posmoderna, enloquecida y que busca desde la
singularidad entregar una película que hace de la absurdidad, bien entendida,
su seña de identidad, adentrándose en una historia sin sentido pero que, en su
desarrollo, e inexplicablemente, acaba teniendo mucho sentido.
El principal problema de El milagro de P. Tinto es
que exige por parte del espectador el abandono de todo prejuicio –los
personajes no son nada agradables- ante la hiperbólica y excesiva manipulación
de la realidad para crear una nueva con sus propias reglas y su propio
(sin)sentido. Si se consigue obviar el rechazo, El milagro de P. Tinto,
queda una película disfrutable, demasiado pagada de sí misma y de su
genialidad, pero posee una creatividad e imaginación, y una mirada tan
personal, que hacen de ella un rara avis per ser. A partir de ahí, depende de
cada cual el aplaudirla o aborrecerla.
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