domenica 21 maggio 2023

Eden - Mia Hansen-Løve

il film segue Paul e i suoi amici, nelle avventure della musica e delle loro vite.

il periodo su cui si focalizza il film è la fine del XX secolo, a Parigi (e per una piccola parte negli Usa), quando un paio di dj creano un gruppo e vivono del loro lavoro (peccato spendano più delle entrate).

nelle mani di Mia Hansen-Løve i giovani attori e attrici danno il loro meglio, le vite di quei ragazzi e quelle ragazze che crescono vengono osservate e mostrate, e ti affezioni.

è un film pieno di musica, anche se non è un film musicale.

buona (garage) visione - Ismael

 

 

 

Eden è un film sulla ciclicità della vita, necessario ricambio di energia che pretende il superamento del presente, la sublimazione dei rari momenti di felicità quando ancora tali non ci sembrano e diventano subito ricordi. La Hansen-Løve riesce con grande sensibilità a tratteggiare il momento in cui i ricordi diventano rimpianti.
Per concludere una postilla: non è certo condizione necessaria quella di essere un amante della musica elettronica per apprezzare questo film, quella sufficiente è amare il cinema che, raccontando una storia così particolare, racconta di tutti noi.

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Con una narración principal que podría antojarse repetitiva, sin ir a parar a ninguna parte, logra dibujar con exactitud el sentir de toda una generación, detenida en el tiempo en cuanto a sus ambiciones y propósitos, mientras todo alrededor suyo avanza a un ritmo vertiginoso. Gracias a una estructura episódica pero a la vez muy unificada y fluida, apoyada en una fotografía natural y orgánica, Eden nos transmite por tanto esa curiosa relación entre la inmovilidad y el progreso, por así decir, en una dinámica que se presenta muy fructífera para una película. Y es que esas dos líneas opuestas proporcionan todo el conflicto que sólo a primera vista, y cómo se le podría injustamente criticar, parece faltarle al protagonista. Este sí sufre, pero lo hace internamente casi hasta el final de la película, cuando su ilusión se derrumba y adquiere por fin conciencia de la falta de futuro de su empresa. Entretanto sin embargo hemos podido asistir desde una posición privilegiada a su detallado desarrollo, gracias a su componente autobiográfico, que permite además seleccionar con gran acierto e impacto las mejores canciones house. Es todo un regalo para quien sepa apreciar mínimamente esta música, sumiendo al espectador en un asombro y en una excitación que a diferencia de quienes la protagonizan se mantienen durante toda la trama. En definitiva, estamos ante el trabajo más maduro y estimulante de Hansen-Løve hasta la fecha, porque consigue combinar con excelentes resultados su estilo visual impalpable con un fondo narrativo igual de volátil.

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…Mia Hanse-Love sabe narrar un momento de apogeo como un espejismo y una depresión como una oportunidad. De hecho, es lo que mejor sabe hacer. Las noches de Eden pasan de ser el período de euforia y armonía para ser el espacio de la soledad, como ocurre en uno de sus muchos paralelismos, cuando Paul se emborracha en un barco que habíamos visto antes como el origen de su pasión musical. O también cuando Paul se besa en el coche con Louise e inevitablemente recordamos el primer beso que se dieron, mucho antes de estar juntos y separados y tener hijos y problemas; al menos la chica, ya que Paul continúa encaramado al carrusel de sus discos de vinilo, un sustituto del carrusel de infancia que perpetúa una adolescencia congelada. Sus discos empiezan a almacenar surcos, ralladuras, imperfecciones; cada vez giran más lentos y, curiosamente, cada vez resulta más difícil bajarse de ellos, por lo que producen el mareo y la náusea del protagonista –y del espectador que vive a la espalda de este–.

En las dos primeras peliculas de Mia Hansen-Love, el cambio personal era brusco y obligado por el mundo externo. En la tercera provocaba un intento de suicidio que, por fortuna, quedaba sin consumación. Y ahora, en Eden, este cambio está planteado como una verdadera caída al suelo, a la tierra, a la realidad…

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Mia Hansen-Løve es notable poniéndose en la piel de la adolescencia, los 20 y los 30, lo fresco, el crecimiento hacia la adultez, mostrando suma espontaneidad y libertad pero su infaltable madurez en el trayecto, como en su anterior película, Un amour de jeunesse (2011), donde el primer amor de Camille (Lola Créton) duele tanto superarlo, a un Sullivan (Sebastian Urzendowsky) muy atractivo pero harto independiente, el típico dolor de cabeza, que viaja y la abandona, mientras ella tiene que crecer, con lo que Mia Hansen-Løve maneja mucho romance, poética llana sin rubor, que finalmente palia o balancea con su toque de naturalidad, realismo e interés dramático sin exagerar, en el centro y mayoría del filme, hasta tomar aire y renovar el elemento pasional, de lo que ella está al tanto de no empalagar, como desliza un diálogo tras ver una película, vaya, romántica. Y es que en nuestros tiempos hacer buen cine de éste género no es cosa fácil, pero ella lo maneja muy bien, y se debe a su habilidad de ponerse en el lugar de los “chiquillos” (una buena historia digamos que aguanta un físico sin cambio notable), que como se expresa en otra parte, no se preocupan de nada serio, buscan el placer. El cine de Mia Hansen-Løve es como manifiesta su séptimo arte, no apunta a lo intelectual, lo importante es aquella época de efervescencia, errores, apasionamiento y descubrimientos de la primera consciencia, de la que nos define como quienes somos individualmente.  

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…El mismo hecho de que durante los veinte años el aspecto de Paul apenas cambie representa esto también. Es curioso como el aspecto físico de los personajes cambia dependiendo del estado de su alma (por decirlo de alguna forma) durante sus arcos de transformación (cuando los ahí).

Es un largometraje muy sutil, pausado, sin grandes aspavientos ni similares. Pero es el tono que necesita. Y esto lo hace tanto en ritmo cinematográfico, el tono, así como en la historia. Me gustó mucho, por poner un ejemplo, el tratamiento que se le da a las drogas. No se las pone de buenas o malas, ni a los personajes que las toman. Sino que se encuentran dentro de sus vidas, siendo una parte más, muy natural de ellas. Y es que, en la gente que las toma, así es como funciona.

El único problema de «Eden» es que su metraje resulta excesivo, le sobran unos cuantos minutos. Pero, sin este detalle sería una película redonda la de Mia Hansen-Love. Por lo menos desde mi punto de vista. Primordialmente porque representa a la generación «joven» de hoy en día. A este grupo de 40 – 20 años que nos enfrentamos al mundo ahora y queremos cumplir nuestros sueños. Que nos da miedo el futuro, nos da miedo la sociedad y queremos ser libres.

«Eden» nos muestra su parte buena y su parte mala. Y sobre todo nos dice una cosa: haz lo que creas que debas hacer con tu vida. No dejes que nadie te diga lo contrario.

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