siamo nell'anno che precede il colpo di stato del 1976 in Argentina.
il protagonista è Darío Grandinetti, grandissima interpretazione, è un avvocato, la parte buona del paese, corrotta moralmente, nell'aria c'è del marcio.
e come non sottolineare l'interpretazione di Alfredo Castro, come un inviato dal Cile di Pinochet a respirare e avvelenare un'atmosfera già inquinata, con una violenza crescente e spaventosa.
non succedono troppe cose, solo quelle giuste, ma tutte piene di simboli che fanno paura.
un gran film da non perdere, secondo me.
buona (sofferta) visione - Ismaele
…Rojo está llena de
sorpresas, la maestría por parte del director de crear escenas
impactantes con tan poco es digna de admirar. De lo mejor del cine
argentino, con un gran elenco y una propuesta estética interesante.
Sin duda una lección de lo que es la puesta en
escena y el cine en general.
…Secondo
Naishtat , attraverso il racconto di un dramma personale che si nutre di quel
conformismo medio borghese e di quella ignavia, il popolo argentino sembra la
vittima designata a consegnarsi ad un' epoca di terrore che si è quasi
autoimposta per la propria cecità; il dramma dei desaparecidos che distinse in
maniera infame la dittatura argentina, sembra esser già nell'intimità della
società e il regista la cita in almeno 4 circostante con momenti allegorici
molto efficaci: corpi che scompaiono o che non si vedono anche quando sappiamo
benissimo che sono lì, illusionisti che fanno sparire corpi, tracce di sangue sparse
qui e lì nel contesto di una fotografia dominata invece dai colori desaturati a
ricreare una epoca lontana, il Rojo del titolo.
Il regista ,
come ha confermato anche ripetutamente in alcune interviste, è ben lungi
dall'essere convinto che il suo paese abbia in qualche modo iniziato a fare i
conti con quel passato, preferendo scegliere l'oblio all'analisi storica e
sociale , che comporterebbe una inevitabile assunzione di responsabilità, ed il
finale per molto aspetti amaro è una conferma di questa convinzione.
Detto della
fotografia che riesce a farci immergere con grande accuratezza in una epoca
lontana ormai più di 40 anni grazie all' uso di colori molto tenui e sbiaditi,
Rojo ci mostra un regista che a dispetto della giovane età è capace di servirsi
di una direzione solida , che prende a suo modello il cinema di Pablo
Larrain e la sua forte carica civile non disgiunta però da una forte
impronta cinematografica autoriale.
Dario
Grandinetti è bravissimo nel ruolo di Claudio, il protagonista di un dramma
personale che anticipa la tragedia di un paese intero; all'insegna del grande
carisma che emana la prova di Alberto Castro (altro rimando al cinema di
Larrain) nella parte del detective, che da vita ad un confronto finale con il
protagonista di forte impatto.
…En Rojo hay desaparecidos por
todas partes. No son los desaparecidos de la dictadura, aún, pero ya apuntan
maneras. Son desaparecidos por disputas absurdas en una sociedad
crispada en la que nadie quiere perder su silla. Otros han tenido la
mala suerte de toparse con cuatro jóvenes cargados de odio irracional contra
gente con guitarra, unos fascistas muy claros. Incluso hay desaparecidos por
arte de magia. Lo que también hay es corrupción, que parece ser el tema de la
sección oficial del Festival de San Sebastián de este año. Una corrupción que
se aprovecha de quienes salen mal parados por el cambio inminente, que hacen
negocio. Como en España, vamos, aunque no hablemos de ello de manera tan clara
como lo hacen los argentinos. Y es que, en Argentina sí que hablan a fondo de
su pasado, no solo haciendo drama de época sino cine abiertamente político,
como la interesante Eva no duerme que vimos hace 3 ediciones,
aunque era otra dictadura anterior.
La
película está llena de metáforas aunque seguramente las entenderán mejor allí o
quien esté verdaderamente empapado de la historia reciente de Argentina. Una de
las más llamativas es la del eclipse. Un evento a la vista de
todos para el que cada ciudadano reacciona de forma diferente. Una
señora está esperándolo con interés, hay quien reparte gafas para que la imagen
no sea tan agresiva, otros miran un rato pero prefieren seguir con su fútbol…
En cualquier caso, todos, lo miren o no, quedan en la oscuridad. Oscuridad roja
como la sangre.
Aunque
la película se sostiene principalmente por esos cimientos políticos, es mucho
más. Es un juego de género a modo de tributo retro, con una banda sonora
exagerada y con planos que ya no usa ni De Palma. Es un estudio de
comportamiento de personajes, generando situaciones embarazosas ya
desde la primera secuencia. Después, de forma explícita, la profesora de teatro
habla de eso, de “la intención” y lo escenifica creando una situación incómoda,
en lo que parece una referencia clara al propio estilo de la película. Estas
situaciones funcionan muy bien por su reparto, especialmente el
proatagonista, Darío Grandinetti que está inmenso ya
en la primera secuencia; y el siempre genial Alfredo Castro,
en el papel de ese imposible detective chileno de la tele.
Una
película para reposar y para revisar.
…Con reconocibles reminiscencias al
cine comprometido de Adolfo Aristarain, esta obra denuncia los secretos que
todo pueblo oculta bajo una apacible apariencia, mientras el fantasma del Golpe
de Estado va trazando un microcosmos contaminado de la mentira y la codicia que
ostentan los poderosos. El autor no deja margen para la duda: el
oportunismo y las apariencias de las clases acomodadas son un mal enquistado en
el tejido social, vehículo para reflexionar sobre nuestra identidad, nuestros
problemas sociales y nuestra realidad. Naishtat describe una Argentina al borde
del colapso y la génesis de su desintegración financiera, política y moral. En
donde el “rojo” alude a la represión política, a la sangre derramada de los
desaparecidos y a la luz de alerta en una sociedad hipócrita, todos inevitables
sinónimos de una catástrofe que se avecinaba.
Es la forma preferida por Rojo para
denunciar la doble moral del ciudadano medio que elige mirar para otro lado y
también retrata de modo cabal el rol decisivo que jugaron los medios masivos de
comunicación: la radio, la televisión y los diarios. Haciendo
mención a un evento con motivo de una exhibición provincial que pretendía
fortalecer los lazos comerciales con el país del norte (un acontecimiento que
tiene sus ecos en la actualidad), la excusa sirve para potenciar una mirada que
-más allá de su acento sobre el colonialismo cultural- alerta sobre el papel
que jugó Estados Unidos en el desencadenamiento de varios movimientos golpistas
en Sudamérica. La fábula funciona como disparador y toma de conciencia
sobre tensiones que se adivinan en la superficie y encuentran su perfecta
consumación gracias al pulso firme de un cineasta con ideas claras y en dominio
absoluto para delinear las imágenes de la barbarie.
Rojo se consolida
como un manifiesto social y político, un ejercicio de cine de alta calidad,
sagaz e inquietante al correr el velo sobre las falsas caras que habitan
nuestra sociedad. La oscuridad que se cernía sobre nuestro país en este
punto del conflicto -el caldo de cultivo y punto de ebullición que se coronaría
en el lamentable 24 de marzo de 1976- encuentra tres paralelismos notables que
el director inserta en el film como subtramas. Por un lado, el despertar sexual
de una joven, representado mediante un juego teatral que resignifica los celos
de su pareja masculina como enésimo simbolismo de la violencia subterránea, del
abuso de poder y la dominación. De igual forma, lo perturbador que puede
resultar un simple acto de magia de un club nocturno, que simboliza a los
desaparecidos por el régimen, a la vez que exhibe a una sociedad miserable y
corrupta, donde en el discurso mismo se avalaba implícitamente el horror y el
maltrato. Por último, un evento escolar cuya discursiva y puesta en acto exhibe
los disfraces y las máscaras bajo las que se ocultaba una comunidad hipócrita.
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