prima di Nomadland Chloé Zhao aveva girato questo film con attori non protagonisti, addirittura, padre, figlio e figlia nel film lo sono anche nella vita.
Brady è un ragazzo che vive per i cavalli, sono la sua vita, li addestra e li cavalca nei rodei, ma un incidente grave lo ferma, e gli è andata bene, capiamo conoscendo il suo amico che va a trovare spesso.
quello che stupisce è come Chloé Zhao, cinese, è riuscita in pochi anni ad acquisire un'anima che pochi statiunitensi riescono ad avere.
è un piccolo grande film, da non perdere - Ismaele
QUI il film completo, su Raiplay
… E’ incredibile come questa giovane regista
nata e cresciuta a Pechino, vissuta negli Stati Uniti solo per pochi anni, sia
stata capace di cogliere lo spirito di un luogo e dei suoi abitanti. Il
film esplora la comunità cogliendone lo smarrimento di fronte al vuoto
stellato, il desiderio sfrenato di vita – colmato dai lampi estatici del rodeo
– e la crisi di un machismo eroso dal tempo e dalla tragedia. Lane, il miglior
amico di Brady, ridotto in condizioni di grave handicap a seguito di una
violenta caduta, è l’emblema della “guerra” che gli esseri umani delle Badlands fanno
a se stessi: un veterano di un destino e di una cultura, la vittima di una
trasformazione culturale di cui Brady e la sorellina Lilly – un angelo di rara
grazia, una Cassandra col dono della visione – sono i commoventi sopravvissuti.
… è soprattutto
l’interiorità del giovane protagonista – cosa ancor più difficile da rendere
sul grande schermo – a essere messa sotto i riflettori. La sua interiorità, la
sua (non troppo) rassegnata frustrazione, la sua preoccupazione per le persone
a cui vuole bene (in particolare per sua sorella Lily, che ha la sindrome di
Asperger, e per il suo amico Lane) e, non per ultima, la sua grande,
grandissima passione per i cavalli e per i rodei. Al fine di mettere in scena
tutto ciò, la regista ha optato, dunque, per lunghi silenzi, per un andamento
lento e contemplativo che perfettamente si addice alla vita all’interno della
suddetta riserva e che, forse, risente soltanto di qualche lungaggine di
troppo.
Poco male, però. Soprattutto perché – cosa ancor più
importante – ciò che Chloé Zhao ha inizialmente voluto comunicare con The
Rider – Il Sogno di un Cowboy è riuscito, al termine della
visione, ad arrivare allo spettatore in modo forte e chiaro, per un fedele
ritratto di un mondo che ha tutto il sapore di una realtà d’altri tempi e che,
di quando in quando, è anche in grado di regalarci qualche momento assai
commovente, perfettamente reso sullo schermo in modo mai banale o stucchevole.
Cosa, questa, mai del tutto scontata.
…The rider no
es una película perfecta, pero sí bella.
Es difícil, claro, que un film rodado en las llanuras de América sea feo. Su
directora, Chloé Zhao, lo sabe, y apuesta todo lo que puede por los
atardeceres, los caballos trotando, los planos crepusculares y por explotar la
belleza americana. Lo consigue. Su Dakota del Sur es un sitio del que no
queremos irnos nunca, como si fuera un sitio mágico que no existiera realmente
en este planeta.
Por su parte, Brady Blackburn y su familia están
interpretados por actores no profesionales: Brady Jandreau y su
propia familia, que hacen un espectacular trabajo teniendo en cuenta que es la
primera vez que se ponen delante de una cámara. De hecho, la historia
está cogida de la propia vida de Jandreau, que se hirió la cabeza tras una
caída desde su caballo.
Entonces, ¿es tan buena como se dice? Más o menos. The
rider es algo torpe durante su desarrollo, no
consiguiendo mantener el interés de todas las tramas de la película, y
a ratos no logra encontrar la verdad en los fotogramas (otras sí: ojo a la
escena final, donde más de una lágrima caerá), pero se puede entender por qué
ha fascinado a la crítica. Es por su tono, su belleza, su ritmo, sus
actuaciones, su necesidad de contar lo que cuenta, sus planos largos, sus
silencios, su necesidad de ser mostrada en 2018.
Has visto esta película antes, pero casi nunca tan bien
contada. Y eso tiene un mérito.
…La extrema sensibilidad de Chloé Zhao y
el innato talento interpretativo de Brady Jandreau hacen de The Rider una pequeña película de gran corazón.
Cargada de verdades, las emociones que despierta la lucha del joven
protagonista por impedir que sus sueños se desvanezcan son innumerables, y cada
una de ellas es una razón para ver The Rider y disfrutarla.
Cuando nos
enfrentamos a The Rider por primera vez, una de las
principales dudas que nos vienen a la cabeza es… ¿cómo es posible que un actor
al que nunca habíamos visto en la gran pantalla, sea capaz de interpretar de
esta forma? ¿Es acaso Brady Jandreau uno de los mejores actores contemporáneos
y ni siquiera estabamos enterados de su existencia? La respuesta no es tan
sencilla como parece. Es indudable que la interpretación del protagonista de la
película de Chloé Zhao es asombrosa, sin embargo, Jandreau no es actor, sino
jinete. Tal y como ocurría cuando los espectadores de los años 50 se enamoraban
de las actuaciones de aquellos actores del neorrealismo italiano sin previa
experiencia interpretativa, el público actual no podrá sino rendirse al trabajo
de este joven que consigue proyectar frente a la cámara sentimientos tan
naturales y auténticos como el miedo y la frustración, dos términos íntimamente
ligados al cowboy obligado a separarse de sus caballos…
…Intelectuales han sostenido que al
hombre lo define lo que piensa. Otros dicen que lo define lo que hace. Brady,
este personaje sencillo y complejo a la vez, propone que al hombre lo que lo
define es más bien su propia búsqueda, la búsqueda por encontrar su razón de
ser.
The
Rider expone un drama de vida crudo, uno de adversidades y nubes
grises, pero también de coraje y bondad, humanizadas (y no disminuidas) por sus
propios defectos. Y si bien esta película de la prometedora Chloé Zhao
contiene en su esencia elementos universalmente difíciles, su resultado -para
terminar como se comenzó- es cálidamente único: pocas veces en la historia de
la cinematografía se ha logrado capturar en film, de una forma tan auténtica y
real, la redención.
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