tratto da un bel libro di Didier van Cauwelaert, il film con degli attori bravissimi, come lo è il regista, d'altronde.
Ricardo Darín è il solito, bravo, simpatico, empatico, il film si vede bene, e però manca qualcosa, quell'alchimia misteriosa che rende il film perfetto.
bello, ma...
buona (fatata) visione - Ismaele
…Cuerda -qué duda cabe- es un sólido narrador y trabaja el enigma central (¿por
qué ella quiere terminar de manera abrupta una relación afectiva tan
gratificante?) con criterio, pero la película se va desinflando con el correr
del tiempo, especialmente durante su segunda mitad. Ni siquiera la aparición de
Sezar (la cantante Bebe, en un más que digno trabajo), una joven argelina que
se gana la vida como cajera de un supermercado pero sueña con estudiar en La
Sorbona de París, alcanza a dotar a la trama del impacto necesario como para
recuperar el interés del planteo inicial.
Los rubros técnicos son muy consistentes.
Darín aporta su habitual profesionalismo, jerarquía y compromiso (aunque está
muy lejos de lucirse como en sus trabajos para Fabián Bielinsky o Juan José
Campanella), mientras que a Jacob no la favorece en nada su pobre dicción en
castellano. Quizá por eso su actuación no alcance a transmitir casi nunca los
múltiples matices de un personaje tan enigmático y misterioso como clave para
la construcción y evolución del film.
Así, con más tropiezos que hallazgos,
estamos ante una película que -debe aclararse- jamás irrita y que incluso hace
gala de una gran dignidad, pero de la que podía esperarse mucho más.
…No sería justo, de todas formas, despachar la película
de un volapié, porque hay apuntes interesantes. El propio tono, buscando
(aunque no lo termine de encontrar) la poesía cinematográfica; el hallazgo de
Bebe, la cantante que demuestra ser una actriz más que potable; el también
excelente descubrimiento del niño Víctor Valdivia, un prodigio en sus pocos
años, confirmando la mano que Cuerda tiene para los tiernos infantes… No tan
bien está Ricardo Darín, que parece gallina en corral ajeno, alejado de su
contexto social y geográfico; tampoco brilla Irène Jacob, que gasta demasiada
energía en interpretar en español, una lengua que evidentemente no domina, y se
le va toda la fuerza en ello. Dicen que, para ahogarse, da igual hacerlo en los
dos metros de una piscina que en los once mil de la fosa de las Filipinas; algo
de eso pasa con La educación de las hadas: tiene una
intencionalidad lírica, pero se queda a un centímetro de la poesía, y entonces
es como si se quedara a cuarenta kilómetros: el resultado es el mismo.
Adaptación de una novela del
francés Didier van Cauwelaert, en
la que el veterano José Luis Cuerda no acaba de dar con el
necesario equilibrio entre el drama por un desengaño amoroso, y el aire de
cuento de hadas. Narra el flechazo instantáneo que experimenta Nicolás,
fabricante de juguetes y cuentacuentos, al coincidir en un vuelo con Ingrid,
viuda de un capitán del ejército italiano que murió en Irak, y su hijo de diez
años Raúl. Y en efecto, formarán una familia aparentemente feliz. Hasta que,
sin motivo aparente, Ingrid quiere dar la relación por terminada. Lo que
provoca la desesperación de Nicolás, que está dispuesto a cualquier sacrificio
para seguir con ella. Aunque puede que un ‘hada’, en forma de cajera de
supermercado argelina, arregle las cosas con su ‘magia’.
Tal vez Cuerda quiere decirnos que
el mundo actual es un ‘mix’ de nacionalidades, pues aunque la trama transcurre
en España, los personajes compatriotas brillan por su ausencia: el protagonista
(Ricardo Darín) es argentino, su amada (Irène Jacob), francesa y viuda de un
italiano, el hijo, pues eso, medio francés, medio italiano, y la cajera,
magrebí. Pero tal afirmación nada tiene que ver con la historia. Y en cuanto
las dudas de Nicolás por el amor de Ingrid, son las mismas del espectador, y la
respuesta al enigma, más vieja que el mundo (o casi). El toque mágico no lo
parece, el entero film sabe a decepción. Lástima.
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