…In Chats Perchés (2004)
si direbbe che i gatti abbiano invaso Parigi. Marker li incontra ovunque: in
metropolitana, arroccati sui tetti dei palazzi, nel mezzo dei cortei sindacali.
Da qualche tempo M. Chat è arrivato in città: l’artista franco-svizzero Thomas
Vuille lo disegna in ogni dove, con quel sorriso largo che già fu dello
Stregatto di Lewis Carroll e del Gattobus di Miyazaki. Andando a spasso per la
città nei giorni della guerra in Iraq e del secondo turno Chirac-Le Pen, il
regista non si limita a filmarli, i gatti: diventa un loro simile. La sua
metamorfosi ci è confermata nella sequenza del gatto Bolero, cui la scala
mobile del metrò Strasbourg-Saint-Denis ha rosicchiato una zampa il giorno 21
aprile. Mentre lo accarezza, il suo umano indica l’obiettivo della videocamera
come a volergli rivelare: «Vedi, lui è come te, come noi».
“Per quanto riguarda i gatti, non era poi così sicuro che il
loro umano rappresentasse una persona unica: piuttosto una specie di gregge, di
cui venivano a verificare con curiosità se si presentavano sempre nello stesso
ordine, verticale o orizzontale, qui la testa, qui i piedi.”…
…Al fin
y al cabo, el protagonista de Chats perchés tiene una
de las sonrisas más contagiosas de la historia del cine. Acaso pueda, entonces,
devenir en símbolo del propio Marker (aunque éste tiene su propio gato, Guillaume-en-Egypt para
representarlo; M. Chat vendría a ser su gato adoptivo); porque
uno de los rasgos más sobresalientes del su cine –pero ¿cómo elegir?- es su
alegre liviandad. Liviandad en el mejor sentido del término. Marker excava en
el mundo y el pensamiento, pero siempre emerge de las profundidades con una
sonrisa. Nunca solemne, nunca ostentoso, nunca soberbio, el cine de Marker es
un cine feliz, como los gatos.
Al contrario de lo que sucede con otros
cineastas-intelectuales, sus películas albergan grandes momentos de humor. Un
humor ingenioso, pero directo, sencillo: tan sencillo como anticipar la aparición
de “un hombre que se convierte en paloma” con un intertítulo para luego seguir
a un señor por los pasillos del métro parisino hasta que sale de cuadro y ¡voilà!
La magia del montaje. De eso sí que sabía mucho Marker.
***
En Chats perchés la voz de Marker –o
esas voces delegadas en las que muchas veces encarnaba- permanece en
silencio. Pero sólo su voz "física". Su subjetividad, sin
ostentarse en primer plano, se cuela a través de toda la película. Su voz está
en todas partes: en los intertítulos de manera directa, pero también en las
elecciones de planos y en su concatenación. Marker es, también, un cineasta del
montaje, que muchas veces parece trabajar con su propio material como si
de found footage se tratara. Es un autor con todas las
letras; la concreción de aquella idea de la caméra stylo que
postulaba Alexandre Astruc:
"Después de haber
sido sucesivamente una atracción de feria, una diversión parecida al teatro de
boulevard, o un medio de conservar las imágenes de la época, [el cine] se
convierte poco a poco en una lengua. Un lenguaje, es decir, una forma en la
cual y mediante la cual un artista puede expresar su pensamiento, por muy
abstracto que sea, o traducir sus obsesiones exactamente igual como ocurre
actualmente con el ensayo o con la novela.
Por ello llamo a esta nueva era del cine la era de la caméra
stylo. Esta imagen tiene un sentido muy preciso. Quiere decir que el cine
se apartará poco a poco de la tiranía de lo visual, de la imagen por la imagen,
de la anécdota inmediata, de lo concreto, para convertirse en un medio de
escritura tan flexible y tan sutil como el del lenguaje escrito. Este arte
dotado de todas las posibilidades, pero prisionero de todos los prejuicios, no
seguirá cavando eternamente la pequeña parcela del realismo y de lo fantástico
social que le ha sido concedida en las fronteras de la novela popular, cuando
no le convierte en el campo personal de los fotógrafos. Ningún terreno debe
quedarle vedado. La meditación más estricta, una perspectiva sobre la
producción humana, la psicología, la metafísica, las ideas, las pasiones son
las cosas que le incumben exactamente. Más aún, afirmamos que estas ideas y
estas visiones del mundo son de tal suerte que en la actualidad sólo el cine
puede describirlas. Maurice Nadeau decía en un artículo de Combat: "Si
Descartes viviera hoy escribiría novela". Que me disculpe Nadeau, pero en
la actualidad Descartes se encerraría en su habitación con una cámara de 16mm y
película y escribiría el discurso del método sobre la película, pues su Discurso
del método sería actualmente de tal índole que sólo el cine podría
expresarlo de manera conveniente". (Astruc: 1989).
El cine de Marker es un cine del
pensamiento. Pero en él el pensamiento no se impone sobre la imagen y el
sonido desde el exterior, sino que nace de ellos. No en vano quedó ligado
para siemrpe al concepto (a falta de uno mejor) de cine-ensayo [1].
Como ocurre con el ensayo literario, aquí también se desdibujan las fronteras:
estamos ante un cine de imposible clasificación, que no postula la verdad
objetiva del mundo sino el fluir de la conciencia de un sujeto sobre aquello
que lo rodea y sobre sí mismo, que al fin y al cabo podría ser lo mismo, porque
el afuera y el adentro se vuelven indiferenciables. Todo esto sin abandonar la
poesía. El cine-ensayo hace nacer de sus entrañas una verdad que tal vez esté
en el mundo, sí, pero que no podemos ver de ninguna otra manera si el
arte no nos la muestra.
***
Sí: en Chats perchés,
Marker puede mirar con preocupación, con recelo e ironía, el rebrote de la
derecha. Pero no es un misántropo, ni un posmoderno distanciado. “Éramos
los gatos de la libertad. Si no pueden entendernos, arréglenselas solos” nos
amenazan los felinos. Por un momento tememos la zozobra. Pero la sonrisa de los
gatos no nos abandona. En la reaparición sonriente de M. Chat hay
un mensaje de esperanza para el mundo. Y en su obra toda, un buen augurio para
el cine.
Tal vez -ojalá-, como no dejó de plantear una y otra vez en sus
películas, también en su caso las imágenes encierren un futuro. Tal vez ese
camino tan personal que emprendió -y por eso tan difícil de continuar sin que
sea una copia o un homenaje- esté también prefigurando un cine en el que, como
en la historia, como en el mundo, pasado y futuro no sean más que uno,
tendiéndose la mano para su salvación. Parafraseamos su alabanza a los gatos
panzones:
Gracias, Chris. Te necesitaremos, dondequiera que
vayamos.
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