lunedì 29 luglio 2019

Belzebuth - Emilio Portes

il diavolo in persona, un ex prete mandato via da Roma perchè usava strade diverse contro il diavolo, un poliziotto messicano che cerca di salvare bambini, un poliziotto degli Stati Uniti, molto speciale, un bambino che il diavolo vuole in tutti i modi, una lotta senza quartiere del Bene e del Male.
non sarà un capolavoro, magari poco raffinato, ma per due ore non ti alzi dalla poltrona, sicuro.
buona visione - Ismaele



esta película me gusta, encima de sus torpezas, porque, queriéndolo o no, me muestra temores profundamente idiosincráticos y me deja reflexionar sobre ellos. Me hace sentir un apocalipsis -como revelación y cambio de mundo- que es mío aunque no me corresponda. Me dice, como ateo, que las creencias de este país están ahí, aunque te quites y que este pensamiento te atraviesa, pongas lo que pongas. No sé qué sea eso a lo que llamamos “mexicano”… pero sé que algo de eso me espanta a través de esta película porque, en esta tierra, hasta los ateos son creyentes.

..En el aspecto visual, la película mantiene un elevado estándar de calidad. Los efectos especiales se usan con gran moderación, consiguiendo con ello una obra casi minimalista, pero sin perder suspenso y dinamismo en sus más frenéticos momentos. Por ello mismo tengo opiniones contradictorias sobre Belzebuth. Por un lado, emplea las fórmulas y estructuras que ya conocemos de memoria, pero, por otro, sabe orquestar escena tras escena con impacto emocional.
A fin de cuentas, me dejó satisfecho, pues ninguna de las quejas que se le pudieran achacar es lo tan grave como para considerarla una mala película y sus virtudes tampoco son lo suficientemente brillantes como para elevarla por encima de su modesta intención de aterrorizar públicos. Digamos que, dentro de sus sencillas intenciones, logra relucir por el talento del equipo creativo qué hay detrás. Y, sobre todo, funciona muy bien como muestra de cine comercial mexicano alejado de las habituales comedias románticas.

ad un certo punto delle indagini, mentre seguono le tracce dello sfuggente padre Canetti, Ritter e Franco approdano a una cupa e decadente chiesa abbandonata da tempo, la Iglesia de Niños, e qui trovano una cappella piena di simboli ed ammennicoli esoterici e crocifissi d’ogni dimensione sparsi sul pavimento. Da questo istante, Belzebuth abbandona la strada della credibilità e si tramuta repentinamente in un film alla Sam Raimi, alla Drag Me to Hell per intendersi, con tanto di statua del Cristo crocifisso a grandezza reale che si anima in CGI e inizia a parlare e a muoversi in modi blasfemi, ricordando per eccentricità la capra parlante e piuttosto scurrile che la medium utilizzava nel pirotecnico esorcismo del succitato film del 2009.
A ciò seguono una lunga lista di stereotipi ‘di genere’ e bizzarrie in termini di trama, così come di immagini. Si alternano allora tatuaggi apotropaici che si illuminano quasi prendessero fuoco durante un interiore scontro col maligno, cappellette nascoste nei tunnel sotterranei usate in precedenza dai narcos con altari eretti a Madonne scheletriformi, padri della patria e statuette posticcissime simil Pazuzu, personaggi posseduti che fluttuano a mezz’aria con iridi biancastre spruzzati dalla corrosiva acqua santa, nonché la metempsicosi del messia, che dopo essere nato da una mussulmana ed essere stato eliminato grazie a una novella Strage degli Innocenti da un maligno Papa ispirato dal demonio in passato, si è ora reincarnato in Messico perché, testuale, “è un paese oppresso da un impero”. A ciò si sommano colpi di scena piuttosto scontanti e tesi a traghettarci a un ovvio quanto deludente epilogo. Insomma, nel complesso non sembra di stare guardando una pellicola veracemente e orgogliosamente messicana, ma un mediocre film americano pieno di imperfezioni, faciloneria e patinature varie che ne affossano qualsiasi aspetto potenzialmente raccapricciante o inquietante (ma che probabilmente verrà facilmente distribuito proprio per questo in giro per il mondo)…

Los epílogos son probablemente lo que más le resta a esta película de exorcismos y posesiones. De hecho, cuando se mueve completamente hacia lo sobrenatural es cuando más cojea, como en esa escena de la iglesia abandonada a la que cuesta entrarle una vez que se ha visto la capacidad de Portes en el inicio de la película para provocar inquietud y desasosiego sin necesidad de artilugios medianamente convincentes. Los vínculos con la realidad la hicieron no solo verosímil, sino poderosa. Haberlos dejado de lado imposibilitó el redondeo de una historia prometedora que lo mismo habla de corrupción eclesiástica que de terrorismo, desapariciones y fanatismo.

El guión de Belzebuth (co-escrito por el propio Portes), es un verdadero desastre, más allá de los lugares comunes, que opaca por completo las contundentes secuencias de violencia iniciales, con sus explicaciones absurdamente “complejas” y consecuentemente irrelevantes para ligar las principales acciones: el México azotado por el narco como escenario de numerosas resurrecciones milagrosas que desembocan en una especie de versión de cuarta de Niños del hombre, con un cura (Tobin Bell, histrión también americano dado que buena parte de la película está hablada en inglés) que quizá es el diabólico antagonista o bien el heroico protector principal del nuevo mesías…

Como en esa noventera cinta, Belzebuth se regodea en la confusión entre lo sagrado y lo profano. Y en el centro de esta confusión está, por supuesto, el personaje genial de Tobin Bell.
Este cura excomulgado borra los bordes maniqueos y, hasta antes de la revelación final, confunde siempre al espectador paranoico por las trampas del maligno.
¿Qué es lo santo y qué es lo profano? ¿El arriba y el abajo? ¿A la iglesia le importa la fe o el establecimiento de una institución jerárquica? ¿Un cura excomulgado es un ángel caído? ¿La magia nace de lo sagrado o de lo oculto?
Entre estas preguntas y con las fabulosas actuaciones de Cosío y la revelación que es Yunuen Pardo alrededor del innegable carisma de Tobin Bell, Belzebuth triunfa a tropezones. Es una cinta que despliega todos los clichés de los géneros que evoca y que desafina en torpezas narrativas. Pero es una cinta, también, que ordena sus influencias con nueva iniciativa y un sello propio, que hace lo que quiere y que lo hace con irreverencia.
Las bondades y los pecados de Belzebuth se juntan en su origen y sus intenciones, en lo nacional y lo internacional, en lo que toma prestado y lo que se adjudica sin empacho. Entre las preguntas que despliega, finalmente, Belzebuth muestra la duda sincrética al corazón de un país profundamente religioso. Es por eso que esta cinta, en su ronco pecho y aunque no lo quiera, tiene un sello esencialmente mexicano…

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