mercoledì 30 novembre 2022

Bones and all – Luca Guadagnino

una storia d'amore particolare, fra due ragazzi emarginati, a causa di un "difetto" che li condiziona.

non ci si annoia mai, i colpi di scena non mancano, gli attori sono bravissimi, e così anche il regista.

mi ha ricordato molto quel capolavoro norvegese Lasciami entrare, ma anche Doctor Sleep, di Mike Flanagan, ma, dopo la Bibbia e Omero, è quasi impossibile inventare nuovi mondi ex novo.

un film da non perdere.

buona (non vegana) visione - Ismaele




 

 

 

…Bones and all è un racconto di formazione profondo e disperato di due giovani freaks che attraversano il polveroso e ottuso Midwest alla ricerca di una mèta (e un amore) impossibile, con tutta la rabbia e l'orrore che hanno dentro. Non è un caso che sia ambientato negli anni '80: sono gli anni di Reagan, dell'America più reazionaria e puritana di sempre, bigotta e ultra conservatrice. Chalamet si dimostra una volta di più attore-simbolo delle nuove generazioni, Mark Rylance è inquietante e mefistofelico nel ruolo più sgradevole della sua carriera, ma la più brava di tutte è certamente la giovane Taylor Russell, cui il premio veneziano per la miglior attrice emergente è davvero strameritato. Alla fine, un film non originalissimo ma capace di sprigionare emozioni vere. E non è affatto poco.

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Hasta los huesos (Bones and All) es una obra inclasificable que mezcla el drama romántico, el cine de terror y el género del road trip. La película sigue a una adolescente (Taylor Russell) que a causa de sus tendencias caníbales incontrolables es abandonada por su padre. La joven decide huir en busca de su madre en un viaje en el que irá conociendo más personas como ella y en la que se encontrará un aliado (Timothée Chalamet) del que se irá enamorando poco a poco. La obra conjuga varios aspectos interesantes y que son tratados con un tono a veces excesivamente melodramático pero que generan una sensación de incomodidad en el espectador. El resultado es el de un peculiar coming of age que trata el canibalismo con la naturalidad con la que se podría tratar cualquier otro tipo de trastorno mental y físico, sirviendo para unir a unos personajes repudiados por la sociedad. Pero los tres puntos clave para el funcionamiento del film están un poco al margen del experimento narrativo. En primer lugar, una magnífica dirección fotografía que recuerda a las películas de Malick y se postula como una versión mejorada de Nomadland. En segundo lugar, una banda sonora desarrollada por Trent Reznor y Atticus Ross con una base de guitarra acústica que lejos de sonar estridente acompaña de la mano al melodrama. Y por último la interpretación soberbia de Mark Rylance en el papel de uno de los personajes más inquietantes y terroríficos vistos en la gran pantalla de los últimos años. Rylance interpreta al primer mentor de la joven protagonista, una persona con su misma problemática y que le enseña a lidiar con ella. Sus verdaderas intenciones quedan ocultas bajo el rostro inexpresivo y a la vez monstruoso de uno de los actores más fascinantes de Hollywood…

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Il film è un apprezzabile tentativo di fondere in un tutt’uno generi diversi (horror, coming of age, road movie, melodramma), anche se questa alternanza di registri narrativi a volte è troppo netta e non sempre armonica. Dove Guadagnino eccelle è ancora una volta nell’eleganza visiva, che ci consente di ammirare i passaggi dell’America rurale e riesce a rendere poetiche scene disgustose.

Ma è notevole anche la direzione degli attori: se Chalamet ormai è perfettamente a suo agio nel ruolo del giovane tormentato e ribelle, e Mark Rylance è sempre più una garanzia (il suo Sully è il personaggio più interessante di tutti), la vera sorpresa è la giovane protagonista Taylor Russell, capace di reggere il film sulle proprie spalle.

A dispetto della forza dell’idea di base, “Bones and all” presenta uno sviluppo abbastanza convenzionale e pecca nella gestione di alcuni personaggi, ma al netto delle imperfezioni rimane senza dubbio un’opera intensa e conturbante.

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È difficile pensare ad un film non riuscito in cui abbiano collaborato Luca Guadagnino e Timothée Chalamet, per un semplice motivo: ogni squisita peculiarità del regista siciliano viene straordinariamente digerita dall’attore newyorkese, che in Bones and All, insieme alla sorprendente collega Taylor Russell, ritrova quella magnetica fisicità dell’amatissimo Chiamami col tuo nome. Gran parte della potenza comunicativa di Bones and All risiede in quell’inattesa convivenza tra macabro e dolce, che ne eleva sensibilmente il messaggio, nobilitandone la sostanza.

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Quelli di Maren e Lee sono due corpi in cerca di altri corpi di cui nutrirsi, ma soprattutto in cerca di spiegazioni sul perché nella vita tutto è così maledettamente complicato, eppure così dannatamente semplice… Guadagnino, come solo pochi registi sanno fare, ama e divora letteralmente i suoi protagonisti, sembra davvero nutrirsi delle loro emozioni, il suo cuore sembra vivere dei loro battiti cardiaci, i suoi occhi deliziarsi dei loro vestiti trasandati pre-grunge, le sue orecchie nutrirsi delle musiche post-punk migliori del secolo scorso, ma alla fine, nella vita, quello che conta più di tutto è irrappresentabile al cinema (tranne il grande John Waters), e lui ci prova lo stesso: siamo fatti di odore e sapore. Come questo magnifico, dolcissimo, romantico e saporitissimo film.

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martedì 29 novembre 2022

Maixabel – Icíar Bollaín

Icíar Bollaín non fa mai film inutili, sono quasi sempre molto importanti.

Maixabel racconta una storia vera (forse ispirata alla Commissione per la verità e la riconciliazione, creata nel Sudafrica di Mandela e Tutu), Maixabel Lasa iniziò a incontrare e far incontrare parenti delle vittime del terrorismo con i sicari, una rivoluzione contro l'escalation degli omicidi sia da parte di Eta, che di Gal.

la guerra viene "smontata" quando ci si inizia a parlare e a guardarsi negli occhi.

Blanca Portillo e Luis Tosar, ma non solo, sono straordinari, con una recitazione mai sopra le righe, mai urlata, fatta anche di sguardi e silenzi.

gran film da non perdere.

buona (riconciliante) visione - Ismaele



 

 

El viaje de Tosar a lo largo de su conciencia (ojo a ese plano secuencia en el que repasa mentalmente los atentados, espectacular) no está apresurado ni falto de motivos: la película sabe dosificarlos de una manera inteligente a lo largo del metraje para que su decisión no nos pille por sorpresa. Blanca Portillo, superando el cliché de la esposa modelo y la madre coraje, está soberbia igualmente. Esta es una película de actores, y lo explotan de qué manera.

Icíar Bollaín nos dice que ya está bien de reabrir heridas y echar sal después: todos juntos, haciendo un esfuerzo inhumano, podemos salir adelante y cerrar esa etapa de matanza injustificada e indiscriminada, de familias rotas, de dolor continuo. Y lo hace sin glorificar al asesino arrepentido, sino ofreciendo todos los puntos de vista. En la sala, los de allí hemos acabado con lágrimas. Por algo será.

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El filme se sustenta gracias a la imprescindible interpretación de Blanca Portillo. Tras ser cuatro veces nominada, finalmente se convierte en ganadora del premio a Mejor Actriz Protagonista en los Premios Goya 2022. Siendo una actriz que no es de origen vasco, encaja perfectamente en el papel asignado. Famosa por sus papeles en series cómicas como 7 vidas (1999); o posteriormente en las aclamadas películas de Almodóvar Volver (2006) o Los abrazos rotos (2009), siendo ganadora del premio Goya a Mejor Actriz de Reparto por Volver.

Sin embargo, su longeva carrera artística se asienta de forma más férrea en los escenarios. Ha sido, además, ganadora de cinco Premios Max. Uno de los galardones más prestigiosos del mundo del teatro español.

En la reciente película de Icíar Bollaín, la actriz se eleva hasta lo más alto con su actuación. Una interpretación conmensurada y exquisita. Acompañada además de una magnífica caracterización. El tesón y serenidad del personaje real es trasladado a la perfección a la pantalla. Un papel nada fácil de adoptar por la sensibilidad de la temática. Y la responsabilidad que recae en sus hombros a la hora de interpretar a Maixabel. No obstante, a través de su actuación se transmite un gran respeto por la persona. Así como una elegancia sublime a la hora de llevar a cabo la actuación.

Además, esta no se presenta ostentosa, sino que por el contrario se transmite con total naturalidad. Desde la tensión e inquietud ante el primer encuentro con Ibon. Hasta el sosiego que finalmente consigue obtener al finalizar el mismo. Junto a ella, también es destacable el papel de la hija de Jauregui, interpretada por la ganadora al premio Goya de Mejor Actriz Revelación, María Cerezuela. Un apoyo incondicional para Maixabel, y un rostro diferente a la hora de afrontar el dolor. Formando así un tándem magnífico y equilibrado. Sustentando con sus interpretaciones todo el peso de la película…

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..Las interpretaciones son muy creíbles.
Portillo es el corazón de la película (tierna, cercana y valiente a la vez) y Tosar, en un papel con menos minutos de lo esperado, está magnífico en transmitir con gestos sus pensamientos, sus emociones… la culpa, el arrepentimiento de un asesino… siempre contenido.

El drama, de ritmo pausado pero que nunca aburre, se cuenta con sensibilidad, numerosos primeros planos, careos… pero no profundiza demasiado.
No tiene una gran épica psicológica como estudio de personajes, y resulta esquemático sobre mensajes bienintencionados pero es válido para reflejar el sufrimiento derivado del hecho criminal y de la conciencia, el peso del arrepentimiento que convierte al verdugo en víctima de sus actos.

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Maixabel es un emotivo largometraje sobre el conflicto vasco. La última obra maestra de Icíar Bollaín, quien con respeto y sensibilidad nos muestra una parte desconocida de ETA. Aunque bien podría tratarse de justicia universal, es decir de cualquier conflicto que lamentablemente existen en el mundo.

Las magistrales interpretaciones de todos los actores rozan el alma, haciendo difícil no sentir el verdadero arrepentimiento de algunos de los etarras, así como la fortaleza y dignidad de las víctimas.

Una historia de nuestro pasado reciente, con una visión positiva donde el diálogo y la empatía son suficientes razones para ir cerrando heridas.

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…La película Maixabel está basada en hechos reales, sigue la trayectoria de Maixabel Lasa y su intención de comprender por qué los terroristas hacían lo que hicieron. En la película queda claro que, los que se arrepienten, ni siquiera saben contestar a algunas cosas. En 2011 la lucha armada de ETA cesó, pero hay incógnitas que no se han resuelto.

Con Maixabel podemos ver que hay gente que decide cambiar el rumbo, y víctimas que quieren que los verdugos les respondan, pero también hay otra cara, la cara de las personas que no quieren empatizar con aquellos que se lo han arrebatado todo. Esta cara la refleja también a la perfección María Cerezuela, interpretando a María Jáuregui, hija de Juan María. Ella no impide a su madre tomar las decisiones que quiera tomar, ni se lo recrimina, pero le pide que respete su posición de no querer acercarse a los asesinos de su padre.

Maixabel es una película que remueve muchísimos sentimientos. Está perfectamente rodada e intenta tener un balance en esta encrucijada tan difícil para los españoles. Pero lo que más refleja es que hay que respetar todas las posiciones.

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Hace ya una década que la banda terrorista ETA anunciaba el ansiado «cese definitivo» de la actividad armada. Pero el cine aún tiene mucho que decir. Maixabel pone sobre la mesa un debate aún presente y, con un discurso claro, invita, o no, a la esperanza y a la reflexión. Cine honesto y valiente que en este caso aborda la culpa y el perdón. Sin duda un sólido drama en el que la directora Icíar Bollaín arriesga con una historia nada simple, la de si estamos preparados para cerrar heridas o, quizá, haya algunas que no podrán cerrarse jamás. Una película que muestra que las heridas en nuestra sociedad siguen aún presentes y que, sin duda, provocará debates al verla.

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…El desgarrador llanto de una hija que se te clava en las entrañas y ya no te suelta. La estampa serena de una esposa abatida, rota por dentro, pero que se niega a rendirse. Las miradas huidizas de quienes después de cercenar vidas ajenas descubren haber malgastado las propias al sentirse engañados, utilizados. Estos elementos complejos integran el armazón de un guion directo e incómodo. Que no se anda con rodeos, pero destila sensibilidad. Tanta, que el espectador llega a romperse también por momentos. El mérito está tanto en lo que aquí se cuenta como en cómo se cuenta. Bollaín posee la habilidad de situar la cámara en el lugar preciso. Sin efectismos. Hay profusión de primerísimos primeros planos, pero sirven a la perfección al propósito narrativo del filme. Una película cruda, que recuerda por momentos (y no es casual) al cine de Ken Loach, pero en la que palpita un alma rota que implora que la abracen. Quizá la banda sonora de Alberto Iglesias sea excesivamente complaciente en este sentido, aunque si su partitura no llenase el silencio de ciertos planos, de secuencias concretas, quizá la cinta sería aún más dura.

Al catártico despliegue emocional contribuye un elenco que raya la perfección. Las interpretaciones de Blanca Portillo y Luis Tosar son ejemplares, pero no lo son menos las de Urko Olazabal y María Cerezuela. Los suyos son dos papeles muy complejos dentro de esta historia y ambos logran no solo que los protagonistas no se los coman en pantalla, sino mantener y elevar la tensión emotiva de una película que no da tregua en lo sentimental. Digna de alabanza también es la decisión de exprimir al máximo los recursos cinematográficos apoyando la narración en los efectos de sonido durante una de las secuencias de mayor impacto del film. Película que traslada un mensaje muy necesario en estos días de furia, en la que sus personajes se expresan sin pelos en la lengua, situando a la clase política ante un avergonzante espejo, y donde la fuerza de las imágenes engrandece más si cabe el simbolismo de los gestos y decisiones que condujeron al fin de la organización terrorista que acabó con la vida de 864 personas y cambió para siempre la de millares de otras.

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lunedì 28 novembre 2022

Tori e Lokita - fratelli Dardenne

ogni tanto di sente parlare del fenomeno migratorio come se fosse un'invasione di orde di unni che vogliono rubarci tutto.

poi si va a vedere Tori e Lokita, e si scopre la faccia degli "invasori", Tori e Lokita sono due di quegli invasori, che cercano un posto nel mondo, ma sono umiliati e offesi ogni momento.

Tori e Lokita sono due persone che hanno scelto di essere unite, contro vento e marea, subendo di tutto, ma cercando una via d'uscita.

Lokita vorrebbe diventare una collaboratrice domestica, magari un'infermiera, e vivere con Tori, ma della gentaglia sia africana che belga li sfruttano, gli rubano i (pochi) soldi e la gioventù.

non è il miglior film dei fratelli Dardenne, il nostro mondo visto e vissuto dai bambini, da Tori e Lokita, ma come sempre è un film necessario.

buona visione (in una delle trenta sale dove si può vedere) - Ismaele


 

 

 

… Una fiaba al contrario, formalmente sorretta da una macchina da presa nervosa ma non distratta, che tratteggia l’intimità dei protagonisti non nascondendo(si) niente, assolutamente niente, dei tanti abusi, piccoli e grandi, che lastricano la corsa a ostacoli verso l’accoglienza. La violenza del film è implicita, più suggestione che esposizione morbosa. Gli spazi bianchi lasciati all’immaginazione aggiungono un surplus di asprezza, va tenuto conto che nel caso di Lokita, giovane donna, si aggiunge un abuso in più e una violazione in più.

Il cinema dei fratelli Dardenne è umanità e umanesimo. Coniuga realismo sociale e verità dei sentimenti, empatia e rigore formale. Se la proposta cinematografica dei due fratelli ha forse perso negli anni parte della radicalità originaria, non è venuta meno la voglia di stare in mezzo alle cose e alle persone. Un cinema realista ma d’eredità chapliniana, un Chaplin arrabbiato che non ha nessuna voglia di far ridere, lì dove la dolcezza dello sguardo posato sui cosiddetti ultimi fa da contraltare alla durezza degli esiti. Ecco, se è vero che tutto il cinema di Jean-Pierre e Luc Dardenne sta nell’immagine che apre Tori e Lokita, è un’esagerazione ma corretta da uno spiraglio di verità, forse quello che manca oggi, al film e più in generale alla visione d’autore del duo, è la capacità di dare un volto e un corpo alla voce fuori campo. C’è un fondo d’umanità anche nei toni algidi di chi respinge i bisogni dei due protagonisti. Il film guarda in faccia la violenza, il resto è opaco. Per un cinema che sa guardare lontano, ci si potrebbe spingere anche oltre.

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La película funciona sobre todo gracias a las poderosas interpretaciones de los dos jóvenes protagonistas, que con sus miradas se comen la cámara. Los directores no pretenden ser crueles con lo que están contando, solo nos muestran la cruda realidad y lo hacen con una narrativa sencilla y pocos diálogos. La parte final es claramente un grito de emergencia y un alegato sobre las políticas migratorias. Su visionado merece mucho la pena.

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Nella storia del cinema i due registi il loro capitolo lo hanno scritto, però oggi opere di questo genere sembrano un pò stanche, senza sbocchi, bisognose di voci nuove.

Così questo Tori e Lokita, girato con più mestiere che passione, capace come sempre di portarsi dietro lo spettatore ma stavolta anche di perderlo quando la camera si ferma (come nella faticosa parte con Lokita segregata nel seminterrato).

 

Film di servizio scritto bene girato benissimo, ma le storie e i personaggi che restavano nel cuore sono ormai un ricordo; ripesca una nostra canzone (Alla fiera dell’est) che diventa il giusto tema del film, ma anche il finale risulta tutto pianificato a tavolino.

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In un film dalla schiena dritta, che cede raramente alla retorica, stona un po’ il finale che ne esplicita a piena voce, quasi gridandolo, l’afflato umanitario più che condivisibile ma già ampiamente assorbito nel corso della via crucis dei protagonisti. Ciò che guasta la visione, una volta che lo schermo è tornato alla sua opacità originale, è allora la sensazione di una programmaticità eccessiva, come se la lunga sequela di avversità non fosse altro che la dimostrazione di una tesi decisa sin dall’inizio e ogni piccola divagazione – invero ben accetta – venisse richiusa in fretta per evitare di perdere il bandolo della matassa.

Ben inteso, non ci troviamo dalle parti del film con messaggio incorporato o peggio ancora del cinema d’impegno (all’italiana, magari, ad aggiungere ignominia), i Dardenne hanno sempre saputo quello che fanno. E tuttavia, purtroppo, unito alla prevedibilità e alla meccanicità della trama, tutto ciò fa sì che resti l’amaro in bocca per qualcosa che sarebbe potuto essere più appassionante, se gli autori avessero accettato di dare spazio a qualche artificio o all’imprevisto, così come accade nella vita.

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in Tori e Lokita tutto quello che può andar male ci andrà, in una catena impossibile da spezzare fatta di scelte avventate immerse in un contesto completamente ostile. Ma, appunto, difficile dire che il film non sia riuscito o non raggiunga gli obiettivi che si pone. Il problema semmai è che, per quanto i Dardenne abbiano ripreso aria con Tori e Lokita dopo essere giunti un po’ sfiatati agli ultimi film, resta un senso di programmaticità eccessivo, una tensione esagerata per dimostrare una tesi (per quanto giusta, ovviamente, visto che il film parla di quanto poco siamo accoglienti in Europa) che in fondo è ben sintetizzata dalla canzone di Angelo Branduardi Alla fiera dell’Est, che i due protagonisti cantano in italiano, avendola imparata in Sicilia dove sono inizialmente sbarcati. Anche nel film arriva il bastone che picchia il cane che morse il gatto che si mangiò il topo: il solo ordine riconosciuto, per loro, sarà quello della forza, del più “grande” che divora il più piccolo. Ma la domanda circa i Dardenne resta: si può fare cinema per decenni senza cambiare mai, seguendo sempre la strada tracciata? Il che non significa non perdere la propria identità (sulla Croisette si è appena visto il nuovo film di Cronenberg, che ha mutato pelle e stile tante volte senza mai perdere la propria salda chiarezza concettuale e la propria teoresi), ma proprio non ripensarsi mai, seguire una formula collaudata fatta di contenuti molto simili raccontati in modi molto simili. Magari con risultati alterni e dunque anche discreti o buoni come questo Tori e Lokita, il miglior film dei Dardenne da anni. Ma è sufficiente?

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domenica 27 novembre 2022

Quai des Orfèvres (Legittima difesa) - Henri-Georges Clouzot

primo film, dopo la guerra, di Henri-Georges Clouzot, ancora da un romanzo di Stanislas-André Steeman, al solito un film difficile da dimenticare.

l'omicidio di un riccastro odiato da tutti, una bella artista con un marito ipergeloso, un commissario d'altri tempi, un ambiente buio, un'atmosfera pesante e scura, praticamente un noir, dove tutto sembra marcio.

e però quando il commissario è col figlio ci sono momenti che non ti aspetti e bellissimi.

attori perfetti, nella direzione di un maestro.

un gran bel film, promesso.

buona (gelosa) visione - Ismaele

 

 

 

 

QUI  il film completo sottotitolato in inglese

 

 

 

Tratto dal romanzo omonimo di Stanislas André Steeman, Legittima difesa (in originale Quai des orfèvres) scende nel profondo degli abissi del cinema di Clouzot. In un universo oscuro, popolato da personaggi solitari, inappagati nei loro sogni di una vita migliore. E Clouzot ha la grande capacità di mettere subito le carte in gioco sin dall’inizio. Con pochi ma risolutivi dettagli. Come quello di Maurice che suona distrattamente il piano mentre guarda la moglie che sta ridendo e si fa toccare sulle gambe. Ma è ancora oggi, a più di sessant’anni dalla sua realizzazione, un cinema estremamente innovativo per alcune scelte stilistiche come lo zoom sul cadavere. Ed è sempre più popolato di ombre. Tutta la sequenza notturna di Maurice che va allo spettacolo, semina indizi della sua presenza (il cappotto al guardaroba) e poi sparisce perché ha in mente di far fuori Brignon è da antologia. Come la figura di Lamour, con Louis Jouvet sospeso tra realismo poetico e noir, che mette in gioco tutta la malinconia e il disincanto del cinema di Clouzot. Che però si apre anche a degli squarci profondamente umanisti. Come nel rapporto tra l’ispettore e il figlio.

Legittima difesa è anche una resa dei conti personale. Forse nella figura di Maurice, accusato ingiustamente di un delitto che non ha commesso, c’è proprio la storia dello stesso regista. Che già non fa sconti a nessuno. E dove il principio di colpevolezza, come anche nel suo cinema successivo, diventa arbitrario. Nella scena dell’interrogatorio dell’ultima notte dell’anno, è racchiuso uno dei frammenti più significativi del suo cinema. Premio internazionale per la regia al Festival di Venezia del 1947.

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In tutta questa congèrie di figure vivaci e abbozzate affettuosamente da Clouzot si intromette ad un certo punto – perché c’è un’indagine da portare avanti – il poliziotto Antoine, interpretato da un Louis Jouvet tanto strabordante da finire per mangiarsi letteralmente la scena. L’uomo, ormai anziano, abita in una casa modesta, tutto quello che sa l’ha imparato dai criminali e dalla loro competenza nelle più disparate materie, e forse non vede l’ora di andarsene in pensione, anche perché ha adottato un bambino africano (evidentemente sulla scorta di un suo passato in Algeria, informazione che però viene prudentemente lasciata all’intuizione dello spettatore). Ma allo stesso tempo Antoine svolge il suo lavoro con una meticolosità mefistotelica, attento a ogni dettaglio e a ogni contraddizione che possa emergere dalle dichiarazioni dei vari sospettati. E quel suo essere preciso e chirurgico sembra fare il paio con il film stesso che, a fronte di una prima parte giocosa e ‘selvaggia’, si ‘arrotola’ sinuosamente e vertiginosamente in una seconda parte in cui nulla viene lasciato al caso e ogni particolare, apparentemente insignificante, è potenzialmente decisivo. Certo, non si esce più dal rovello indagatorio e si ha a tratti la sensazione di una opprimente claustrofobia, ma per l’appunto è proprio l’esuberanza attoriale, di regia e di scrittura a rilanciare la posta ad ogni momento…

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Henri-Georges Clouzot in this very satisfying early film from his opus, before he became noted for his darker 1953 “The Wages of Fear” and his 1954 “Diabolique,” directed this more traditional police thriller. Known as the French Hitchcock, it must be said that this work stands second to no one else’s and shows Clouzot to be capable of mastering the lighter touches of a thriller. The ordinary crime story could have sunk with far too many coincidences and an unlikely last minute confession if it weren’t for all the emotions generated by the main characters that were more interesting than the whodunit story. All the main characters had strong points and vulnerabilities. The viewer couldn’t help but to be drawn into their problematic situations.

Clouzot had a reputation as a very demanding director, who bullied his actors and was filled with hubris. But he was a truly remarkable filmmaker, whose distinct films manifested subtleties and life’s quirkiness and a voice for the human condition.

Quai des Orfevres returns after over 50 years on the shelf restored in 35 millimeter by France’s StudioCanal, and the DVD version has been given new readable subtitles and crystal clear B/W visuals. It is something the people at Criterion should be proud of putting out. Clouzot has re-created the nostalgia from the shaded atmosphere of post-war Paris and its long gone smoke-filled French music halls, food shortages, menacing darkly lit streets, squalid apartments, and cramped police stations. The title refers to Paris police’s Criminal Investigations Division, a police station that is the key one in Paris for handling homicides (a pale imitation of Scotland Yard). Jean Ferry co-wrote the script with Clouzot, and was inspired by Belgian pulp novelist Stanislas-André Steeman’s 1942 “Legitime Defense.” It was originally released in America as “Jenny Lamour.”..

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Clouzot fue un luchador porfiado tanto en la vida como en el arte que pagó con fuego cada decisión y cada película que logró finiquitar en medio de múltiples dificultades que entorpecieron un periplo profesional que de seguro podría haber sido más prolífico bajo otras condiciones, unas más favorables y menos enrevesadas desde todo punto de vista. Más que sólo ser uno de los maestros innegables del suspenso de toda la historia del cine y uno de sus artífices primigenios en términos ya modernos y posmodernos, el entrañable genio francés ha edificado una obra coherente en la que la perversidad de los hombres y las mujeres se da la mano con un matiz mucho menos envilecido y más cercano a su humilde contraparte, una cordialidad que en tantas ocasiones termina perdiendo la batalla del equilibrio inestable entre ambas facetas del mismo modo en que la dureza del vivir cotidiano eventualmente es eclipsada por la muerte, sinónimo de ausencia ya definitiva de inconvenientes pero también de cansancio, desesperación y una nulidad total empardada al vacío de índole tragicómica.

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Es un filme rico en sentimientos y en acciones, por igual, otorgándose una belleza muy clásica, con la inteligencia de un Clouzot que sabe manejar muy bien lo escabroso y ser sutil. Marca de la casa, mostrar elegancia, pero tratar todos los temas –no tergiversar la realidad-, como los propios del crimen pasional, maestría que vemos profundamente en La vérité (1960). Quai des Orfèvres tiene gran ritmo y cada pieza es espectacular, tiene su toque duro, del mejor noir, y una fragilidad secreta, una entrega por sobre lo racional.

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giovedì 24 novembre 2022

Katmandu - André Cayatte

il film è del 1969 e si vede.

la gioventù francese, e non solo, fuggiva verso altri paradisi, Nepal e India erano le mete più gettonate, con droga e sesso a buon prezzo, niente rock and roll.

la storia è eurocentrica, i nepalesi sono solo un oggetto folkloristico, sfruttato e maltrattato.

una storia di figli alla ricerca del padre, con la fuga verso i paradisi artificiali.

e quando tutto si trasforma in dramma Olivier si ricicla in operatore di una ong, porta aiuto, senza cambiare i rapporti economici che creano il sottosviluppo.

non è un capolavoro, certo, ma è un film che merita, anche testimonianza di un altro secolo.

potrete vedere Serge Gainsbourg e Jane Birkin quando erano giovani, e iniziavano a cantare insieme.

buona (fuggitiva) visione - Ismaele


 

QUI il film completo, in italiano, su Raiplay

QUI il film completo, in francese

 

 

 

 

On voit également dans cette représentation de Cayatte, les enfants qui fuguent et souhaitent des vacances perpétuelles dans Pinocchio et se retrouvent transformés en ânes, perdant à tout jamais leur humanité. C’est bien sous la forme d’un conte moralisateur, où les hippies sont infantilisés, que le réalisateur et son scénariste installent leur récit. C’est loin d’être le film le plus mémorable de l’histoire du cinéma et dans la volonté de lancer sa morale le plus rapidement à la jeunesse française, le scénario et la mise en scène ont quelque peu été bâclés : personnages monolithiques, maladroits effets de champ-contre-champ pour des dialogues décousus et irréalistes, insertion de prises de vues documentaires de l’Inde portés par de nombreux préjugés, etc. Le film n’en reste pas moins une réelle curiosité concentrant l’appréhension d’une partie de la société française à l’égard de sa jeunesse qu’elle ne comprend plus. Serge Gainsbourg joue comme à son accoutumée dans les productions italiennes de cette époque (le film est une coproduction avec l’Italie) le rôle de la crapule, le personnage le plus détestable, mais avec une maladresse patente : Serge Gainsbourg est un piètre acteur de cinéma. Jane Birkin se contente de son côté de jouer les jeunes et jolies écervelées, que l’esprit résolument bourgeois d’Olivier (ses valeurs reposent sur la propriété et le non partage de ses biens comme de ses plaisirs) tentera de remettre sur le droit chemin. Olivier affirme par là son opposition à la révolution sexuelle, frappant sa bien-aimée pour lui rendre la raison, justifiant implicitement la violence conjugale sous le prétexte que les hippies sont certes séduisants mais restent des êtres puérils à prendre en charge… fin de commentaires.

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…Cayatte also structures the film to show the illusory nature of traveling hippies: at first shown having breezy fun singing, screwing, and admiring the splendor of the mountain region, the youths (mostly costumed in Brown Hippie Wig #12) are reduced to drug addicts, and the cycle repeats itself when Olivier has to shoo away a whole group of singing airheads who try to make camp in the temp where he's sawing off the rare Buddha carving.

Unlike more targeted films like MGM's Zabriskie Point (1968), Katmandou doesn't feature pop songs, extended love-ins, or violent action scenes set to kinetic music (although Birkin, who may well have done her own German dubbing in the reviewed copy, does croon a sappy song of the end credits). Gainsbourg's original score is quite sparse, and whole cues lack any dramatic development, but the tone and mix of contemporary sounds with Indian samples works very well, and Morricone-esque title theme is superb…

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Non solo è datatissimo, ma è anche di una noia quasi letale. In sovrappiù abbiamo anche personaggi che suscitano un'empatia assai prossima allo zero. Però qualche (pallido) motivo per guardare la pellicola c'è: innanzi tutto è una fotografia del modo di vivere occidentale in oriente a quei tempi, e poi mostra qualche scorcio quasi documentaristico di Katmandu. Jane Birkin è molto graziosa ed Elsa Martinelli merita sempre la visione. Per il resto calma piatta, in quanto la trama è insulsa e prevedibile e gli attori non forniscono certo prove degne del premio Oscar.

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Un giovane francese decide di raggiungere Katmandu in cerca del padre, per chiedergli 30 milioni di alimenti mai versati alla moglie separata; durante il viaggio conosce una ragazza inglese tossicodipendente che pratica il libero amore con due coetanei, uno svedese e un olandese. Cayatte si reinventa inopinatamente sessantottino e imbastisce un filmetto lisergico, con dialoghi che oggi appaiono di un’ingenuità disarmante e con una morale in stile peace and love. Il pretesto che innesca la vicenda rasenta l’assurdo, ma la raffigurazione squallidamente realistica dei paradisi artificiali prodotti dalla droga ha una certa energia (notevole Jane Birkin sudicia, strafatta e infagottata in maglioni larghi). Un reperto d’epoca da guardare con tenerezza, anche per la scoperta finale della solidarietà.

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mercoledì 23 novembre 2022

Gocce d'acqua su pietre roventi - François Ozon

un film sorprendente, una storia di sesso e non solo, omosessuale e non solo.

la sceneggiatura è stata scritta da Fassbinder, e, a parte il gigante tedesco, solo François Ozon poteva fare un film alla Fassbinder.

attori bravi, Bernard Giraudeau sopra tutti, in un film, tutto in interni, nell'appartamento di Leopold, sui ruoli all'interno della coppia, sull'attrazione, sulla noia, sulla stanchezza dei rapporti, sulla libertà di scegliere, ma anche no.

il film è datato, ma sempre fresco.

bello.

buona (musicale) visione - Ismaele




…Ozon non si limita a rievocare Fassbinder e la feroce lucidità nel mettere in scena le "roulette cinesi" e i travagli dei rapporti, non gli basta mostrare il bisogno di sperimentare sempre la novità, di "farsela" carnalmente, facendola passare attraverso il corpo e il sesso dirigendo un ottimo Leopold (Bernard Giraudeau) attorno alla cui libido tutto ruota, fino a svelare la necessità più volte ribadita degli altri irretiti dal suo adrenalinico bisogno di perseguire ogni passione con un ardore che si estende alle sue ‘vittime´; Ozon ci imbandisce un insieme di ricordi filtrati da una particolare pellicola fassbinderiana che deforma il reale e trasforma gli oggetti (l´enorme asciugacapelli per tutti) e gli ambienti (la camera da letto più volte penetrata a conclusione dei 4 quadri e un epilogo, a scombinare il finale dell´atto precedente con bellissimi corpi aperti in attesa trepidante di fremere per carezze di "sogni" solo immaginati) in simulacri di un´epoca, o meglio in tasselli utili per ricostruire la propria memoria di quello che erano i temi, le emozioni, i contrasti, sempre duplici e perciò – allora come nel film di Ozon – danno luogo a una profusione di specchi e doppie immagini compresenti sullo schermo. Ed è proprio durante queste inquadrature dall´esterno della casa – uniche uscite dello sguardo, sempre comunque centrate verso l´interno su personaggi che non possono esistere al di fuori – che le figure sono tristemente sfumate dal cambio di focale che evidenzia le gocce del titolo, rilevando l´impossibilità di abbracciare simpateticamente i personaggi pur avendo la percezione di vedere rappresentata la propria condizione umana, solitaria e disperata per la momentanea felicità esperita e perduta, non ricostruibile al di là della cortina di gocce sui vetri. Il diaframma più evidente è quello dello studio, quando Franz prende per la prima volta la decisione di andarsene: Leopold è al di là della porta, lo vediamo deformato dal vetro, lontano, irraggiungibile…

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Ozon non riprende solo il testo fassbinderiano, ma sembra mutuare dal regista tedesco diversi espedienti di messinscena, nell’utilizzo degli spazi claustrofobici e in quello, ad esempio, delle canzoni, la cui irruzione può sottolineare la drammaticità di un momento (la straordinaria “Traum”) o provocare un improvviso straniamento, come nel caso del balletto corale a ritmo di disco music. Il procedimento di base che Ozon tenta di ricreare è infatti soprattutto quello dell’alternanza, tipicamente fassbinderiana, di coinvolgimento e straniamento. Picchi di partecipazione che vengono raffreddati un attimo dopo: questa declinazione del melodramma è forse l’eredità più evidente che il regista francese vuole mettere in atto, anche se poi tutta l’operazione, che ha un’innegabile componente di archeologia cinefilo-sentimentale, presuppone una sorta di distanza di sicurezza, attiva per tutto il film. In fondo Ozon porta sullo schermo una pièce di Fassbinder nel modo in cui crede l’avrebbe messa in scena il suo autore, ricalcandone gli stilemi della messinscena e caricandosi mentalmente delle sue ossessioni (basti pensare che il passato di Vera, transessuale operato per amore, era assente nel testo originale e viene ripreso da Ozon dall’idea centrale di Un anno con tredici lune), con il risultato che si può avvertire costantemente un inevitabile, sottile distacco dalla materia narrata, accresciuto dall’impianto consapevolmente teatrale…

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Il film è tutto fuorché un gelido e compiaciuto esercizio di stile, Ozon costruisce sullo “scheletro” del testo teatrale un’opera pregna degli elementi più personali del suo cinema riuscendo nel contempo a evidenziare e enfatizzare i tratti tipici del cinema fassbinderiano, scegliendo inoltre di prendere a prestito situazioni e idee dalla filmografia del regista tedesco per colmare alcune lacune del testo originale nella trasposizione filmica.
Gouttes d’eau sur pierres brûlantes rispetta uno stampo fortemente teatrale, con gli attori che, man mano che la storia prosegue, riducono sempre più i movimenti e i gesti, con la reiterazione delle situazioni, e il crescente senso di tragedia che pervade la claustrofobica situazione…

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martedì 22 novembre 2022

Felicitè - Alain Gomis

Alain Gomis, francese, di madre senegalese, gira Felicitè a Kinshasa.

Felicitè è una cantante, senza marito, con un figlio in ospedale, sola, e con pochi soldi in un paese corrotto dove anche l'ospedale si paga, se no crepi (come qui fra breve, è il progresso)

un giorno appare Tabù, uno che si arrangia e prova ad aggiustare il frigorifero cadente di Felicitè.

Tabù c'è e si prende cura del ragazzo, e va ad ascoltare le canzoni di Felicité, la aspetta, sperando.

intanto Felicité vivacchia, segue il figlio, sogna spesso di essere dentro la natura, libera e in qualche modo felice.

tutto il resto lo guarderete voi, no?

c'è anche la Symphony Orchestra of Kinshasa che suona Arvo Pärt, e scusate se è poco.

un film di perdenti e perduti che provano a sorridere alla vita, che sembra un'utopia, ma è un'attitudine necessaria.

un film che merita, promesso.

buona (non disperata) visione - Ismaele


 


 

 

Félicité est une femme forte et indépendante qui gagne sa vie en chantant la nuit dans un cabaret. Elle fait vibrer de sa voie les spectateurs qui boivent à foison dans une ambiance électrique. Femme séparée, elle élève seule son fils, jeune adolescent qui va bouleverser son quotidien en ayant un accident. De là, va s’engager un compte à rebours pour elle dans la ville de Kinshasa, afin de trouver les moyens financiers de soigner son fils.

Un film puissant tant au niveau des images, de la musique, de l’histoire de cette femme qui a fait vibrer les spectateurs du dernier festival Fespaco à Ouagadougou. Le réalisateur sublime par ses prises de vue, son actrice Véronique Beya Mputu qui porte le film sur ces épaules avec une parfaite maîtrise.

Alain Gomis à raflé pour la deuxième fois l’étalon d’or de Yennenga au Fespaco 2017, juste après avoir reçu le grand prix du jury au festival de Berlin.

 

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L’interessante film di Alain Gomis trova il suo principale limite in un troppo netto scollamento tra le due metà del film, che sembrano esprimere, oltre a toni diversi, due modalità narrative divergenti. Da un lato il realismo figlio del cinema dei Dardenne, e di tutto il filone da essi incarnato (certo non estraneo a un cineasta come Gomis); dall’altro, un lirismo non privo di aperture oniriche, ricco di elementi simbolici (le peregrinazioni nella foresta, la zebra) che restano sospesi e mancanti di reale funzionalità narrativa. Non riuscendo ad amalgamare al meglio le due metà del film (l’unico filo conduttore resta incarnato, di fatto, dagli intermezzi musicali che vedono esibirsi la protagonista) Gomis ne stempera in parte l’impatto, trasmettendo la sensazione di un’opera incompiuta, pur nei suoi tanti elementi di interesse.

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Avec Félicité, Gomis a construit un film, noble, amoureux de la terre et des gens, tableau d’une Africanité en devenir dont on ne peut saisir l’âme que si on comprend sa dynamique. Originaire d’Afrique du Nord, je suis bien placé pour saisir les quelques rudiments de cette Afrique qui échappe au reste du monde. Ne serait-ce que ce secret qui se cache à l’intérieur de chaque individu, ce rapport inconditionnel et désintéressé à la terre. C’est déjà quelque chose d’acquis. Et puis, comment ne pas souligner la présence de Véro Tshanda Beya. Elle illumine l’écran, inspire par sa sagesse naturelle et nous fait la grâce d’une dernière séquence d’une puissante émotion.

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…Orgullosa de sí misma y arrogante, la mujer trabaja como cantante en un bar de Kinshasa donde se repite noche tras noche la misma dinámica: fluye la música en una progresión hacia el hedonismo hasta que los clientes se emborrachan y se parten la cara sin apenas poder tenerse en pie. La distancia y el paralelismo entre los dos niveles —el de la música con un sentido casi de divinidad griega, y la violencia en el terreno inferior, bajo el Olimpo— y la imagen de una mujer que abraza la noche y no opera a partir de una relación de dependencia hacia el hombre es de una gran potencia simbólica, muy necesaria en nuestros días. Por desgracia, su vida da un vuelco tremendo cuando le notifican del hospital que su hijo ha sufrido un complicado accidente de moto y necesita una intervención quirúrgica muy cara para poder conservar su integridad física. Resulta de una belleza ética enorme observar cómo la protagonista entonces decide hacer lo que sea, lo que haya que hacer para salvar a su hijo. No degrada la dignidad del muchacho, negándose siempre a pagar una habitación compartida, más barata; y sin embargo, sí que compromete la suya propia, buscando por las calles cobrar antiguas deudas de acompañada por un policía sobornado. Pone en juego sus principios más básicos yendo al encuentro del padre, por quien no siente más que un enorme desprecio y, aun así, consigue dejar en segundo plano, pues el sacrificio requiere esto y mucho más. Lo maravilloso de Félicité es comprobar cómo todo crece con el avance del metraje, en especial la propia actuación de Véro Tshanda Beya. A pesar de que, llegado a cierto punto, la discreta intensidad de la narración pierde altura, y de algún fragmento desconectado de la línea global, el resultado es más que satisfactorio. La violencia de la calle y la falsa indulgencia de los demás se retratan aquí como simples obstáculos más en el camino de alguien capaz de llegar hasta las últimas consecuencias, todo tratado, en términos generales, con una cámara sencilla naturalista —mención especial a las secuencias del canto— muy adecuada. Es agradable encontrarse con este tipo de propuestas.

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tutto sembra ripetersi come se la percezione fosse quella di un sonnambulo, Gomis introduce due elementi strettamente collegati. Dallo stato onirico di Felicité emerge quello di Tabú, l’uomo che si ubriaca durante le sue esibizioni e che fallisce sempre nel tentativo di ripararle il frigorifero.  Tabú, come Felicité non riesce ad uscire dalla ripetizione delle sue attitudini piú distruttive e allo stesso tempo vitalissime. É l’unico che guarda Felicité nella sua dimensione musicale, traendone un’ispirazione di vita che in qualche modo trasmetterá al figlio invalido della donna. Gomis individua quindi un interstizio possibile proprio in quella zona grigia dove si viene rifiutati dal contesto sociale. Felicité e Tabú sono due outsider, vivono ai margini e scelgono la possessione per attraversare la realtá chiusa e compressa delle baraccopoli. Entrambi infatti osservano l’umanitá che li circonda diversamente da tutti gli altri, interpretando a modo loro un suono e un ritmo che é quello sotteso dalla vita stessa. Gomis non giudica, li segue da vicino, ma con uno sguardo che non valuta la sostanza di una scelta. A interessarlo é l’intensitá, i suoni e i colori di una cittá che prendono vita dai corpi dei suoi abitanti.

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A rendere Félicité una pellicola comunque interessante, oltre al percorso e al discorso portato avanti dal cinema di Gomis, sono soprattutto le performance attoriali e la fisicità della protagonista Véro Tshanda Beya Mputu (Félicité), che trova nel corpulento Papi Mpaka (Tabu), più pacioso che imponente, un adeguato contraltare. Attraverso le disavventure e le peregrinazioni di questa donna e madre orgogliosa e combattiva, Gomis cerca di tracciare un affresco collettivo, mettendo ancora una volta in scena la disgregazione di un paese privo di appigli. Félicité è l’eroina di una resistenza individuale, di un’arte di arrangiarsi tragicamente forzata, di una vita che si ritaglia piccoli spiragli di libertà (il legame con Tabu, la musica, il suo stesso orgoglio). A testa alta o bassa, Félicité avanza, cade e si rialza. È l’unico modo per sopravvivere in quella scheggia impazzita che è Kinshasa, che è il Congo, sembra volerci dire Gomis.

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lunedì 21 novembre 2022

Incroci sentimentali (Avec Amour et Acharnement) - Claire Denis

i film di Claire Denis non sono pacificati e consolatori, e quando sembra che le cose possano andare bene il diavolo si mette al lavoro.

Juliette Binoche e Vincent Lindon sono sempre attori di serie A, tormentati e convincenti.

che cose strane sono l'amore e la passione, e come sono diverse le teste degli esseri umani.

se uno pensa che sia un film di lei, lui e l'altro, che sia una favoletta con il lieto fine, e se così non fosse potrebbe stare un po' male, allora stia a casa.

un film che non delude, ma il titolo sì.

buona (complicata) visione - Ismaele





...Se la protagonista qui è una donna divisa tra due uomini, per scelta sua o più probabilmente per incapacità-impossibilità di scegliere, è ai suoi partner che Denis rivolge il più della sua attenzione. Benché Sara, ossessivamente, chieda a Jean, l’ex rugbista dal passato complicato con cui si è messa dopo aver lasciato il marito, “ma tu mi ami? ma perché non me lo dici” neanche fossimo in un tossico commercial per San Valentino, non è su di lei che ci si cincentra ma sulle (non) risposte di lui. Lo zucchero lascia il posto al ritegno, al riserbo virile, all’asciuttezza, il discorso amoroso al minimalismo verbale se non al silenzio. L’amore diventa in Denis, in questo film di Denis, estensione della lotta, scontro muscolare e barbaro, feroce, all’interno e al di fuori della vita di coppia, benché i modi appaiano civilizzati...

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Claire Denis accentua questo senso diffuso di prigionia chiudendo i personaggi dentro primi o primissimi piani, o inquadrandoli spesso come carcerati nello stipite di una porta o nella cornice di una finestra. Fra omissioni, sospetti e menzogne, il clima si fa irrespirabile (letteralmente: Sarah accusa Jean di non darle il tempo di respirare) e tutto diventa chiuso, otturato, ostruito. Sino al finale che non possiamo e non vogliamo rivelare, se non per invitare che legge a riflettere sul fatto che anche la fine – come l’inizio – è nell’acqua. Ma all’acqua libera del mare subentra l’acqua chiusa e imprigionata a sua volta in una vasca da bagno. E nella vasca c’è un solo personaggio, non due come all’inizio. Segno che l’amore ha davvero ferito e tagliato. Da tutte e due le parti della lama.

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…La semplicità lineare della storia - sulla carta il più tradizionale dei "lui, lei, l'altro" - non tragga in inganno, perché Avec Amour et Acharnement coglie di sorpresa a ogni sua curva, e la psicologia dei personaggi diventa un labirinto di doppiezza e perversione. Tutto inizia da un'acqua cristallina e corpi in armonia, perché quello tra Sara e Jean è un "discorso amoroso" del tutto sano, ancora in divenire, e Denis ci tiene a mettere in chiaro che in questa relazione non c'è banalmente del marcio in attesa soltanto di essere svelato…

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Identità, convenzioni, percezione, in fondo il film è tutto qui, nel suo ragionare continuamente sul suo senso profondo e, soprattutto, sull’orizzonte di attese che lo spettatore ha nei suoi confronti.

Ed in effetti Incroci sentimentali, tratto dal romanzo Un tournant de la vie di Christine Angot (che ha anche scritto la sceneggiatura con la regista), parte come drama sul tradimento dalle coordinate riconoscibili: Sara e Jean, ex giocatore di rugby, disoccupato e con un passato da piccolo criminale sono sposati da anni, ma la loro relazione non sembra sentire il peso del tempo. Un giorno, però, Sara riconosce, in un uomo intravisto per la strada, François, suo ex fidanzato e vecchio amico dello stesso Jean. La donna cerca di non pensare all’incontro fugace ma non può negare l’emozione che le ha suscitato. Tutto cambia però nel giro di un’inquadratura: Francois riallaccia infatti i rapporti con Jean, l’amico lo coinvolge nello sviluppo di un’agenzia sportiva e così mentre Sara subisce sempre più il ritorno di fiamma, in realtà è Jean a comportarsi come un marito fedigrafo: si gode il suo riscatto, torna a tarda notte dopo aver passato la giornata con François e nel frattempo isola sempre di più la moglie, inconsapevole, forse, della stranissima gelosia che la attanaglia.

E allora ecco che Incroci sentimentali si rivela racconto d’infedeltà che ripensa i codici e le strutture di un genere con un’ironia sottile ma soprattutto senza tregua, spingendosi fino al paradosso. Il tradimento è solo evocato, suggerito, traslato in uno spazio borghese che lo fa coincidere con la realizzazione professionale, mentre il centro della narrazione lentamente si allontana da Sara e tutto il film sembra scriversi sul corpo muscoloso, sui gesti misurati e sull’affascinante fragilità di Vincent Lindon...

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Claire Denis ritrae bene l’ambiguità del tradimento amoroso, il pensiero ossessivo e strisciante che si insinua quando si teme che il proprio coniuge sia infedele. Il film restituisce quest’ambiguità con forza e lo spettatore stesso non riesce bene a identificare quali siano i reali sentimenti dei protagonisti verso l’uno o l’altro componente del triangolo amoroso. Risultano poco azzeccati determinati riferimenti alla situazione politica e sociale francese, brevi incursioni troppo decontestualizzate e che distraggono dal cuore del film: i sentimenti dei protagonisti.

Both Sides of the Blade è un film che in definitiva può dirsi riuscito, funziona l’idea di base che fa da perno al film e coinvolge per tutta la sua durata. La grossa pecca è che il distacco e la freddezza dello sguardo di Claire Denis possono mal conciliarsi con la volontà di raccontare sentimenti così travolgenti. Appare comunque eccessivo il premio alla regia a Berlino, trattandosi di un film fin troppo classico e che in definitiva non porta nulla di realmente innovativo.

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