a Cuba la schiavitù è la condizione della ricchezza degli spagnoli, e dei loro discendenti.
nel film c'è tutto quello che serve per capire come funzionava, bastone e carota, preghiere e frusta.
è poi c'è l'ultima cena, nella quale per una sera il padrone invita dodici schiavi a mangiare con lui.
fim immenso, peccato mortale non vederlo.
buona (ribelle) visione - Ismaele
Tomás Gutiérrez Alea filma un pasaje ficticio, que
también pudo ser histórico, situado en la Cuba del Siglo XVIII. Un Conde
(Nelson Villagra), dueño de una plantación de caña de azúcar, un Jueves Santo,
asume el papel de Jesucristo, reúne a doce esclavos y los somete al acto del
pediluvio.
La extravagancia del conde tiene como motivo la
justificación de la esclavitud, a través de parábolas bíblicas que va
desgranando entre los siervos, a quienes trata de convencer de que el Cielo se
gana estoicamente, pero sin filosofía, sometiéndose a una resignación dolorosa
(literalmente), y soportando los modos estrictos del capataz. Los esclavos,
cuya ignorancia e ingenuidad reflejan la de muchos santos históricos, oscilan
entre el asombro y los deseos de entregarse a dos días de asueto: el Jueves y
el Viernes Santos. Pero las cosas toman otro rumbo y todo se convierte en un
baño de sangre, cumpliéndose con esto el remedo de otra Última Cena en la que
el poder resulta beatificado y los débiles expulsados de un, siempre lejano,
paraíso.
El paralelismo entre esta obra y Viridiana, de Luis Buñuel es un
secreto a voces. Sin embargo, ninguna película es deudora de la otra pues
ambas, a pesar de poseer el mismo tema, proponen enfoques culturales
diferentes. Mientras la película de Buñuel resulta una lección de simbolismo
sobre hasta qué punto puede destruir un sentimiento populista aplicado a
personas poco conocidas, la cinta cubana resume la dialéctica del amo y el
esclavo, sobre todo en el sentido en que Sigmund Freud entendió el mensaje
hegeliano: no podemos esperar nada de la gracia de Dios ni de aquellos que
ejercen el poder en nombre de Dios o de otros; la verdadera emancipación del hombre,
ya sea física o espiritual, dependerá siempre de aquellos que han padecido y
vencido cualquier forma de esclavitud…
… Es por ello que La última cena es
una obra de imprescindible visionado para toda persona interesada en vislumbrar
un film que fije su atención en la esclavitud española. Porque la cinta del
maestro Tomás Gutiérrez Alea no solo es una de las más grandes películas de la
historia del cine cubano (quizás la mejor), sino que igualmente retrata con un
clarividente estilo metafórico, el hábitat existente en las explotaciones
azucareras cubanas moradas por vividores y vagos nobles españoles carentes de
responsabilidad ética y política, curas que trataban de convertir a la religión
católica a los animistas negros africanos, mulatos que ejercían el poder del
látigo como impíos capataces para servir a su amo (otra forma de esclavitud
pagada con la gracia de poder maltratar a sus semejantes) y las cuadrillas de
negros, fragmentadas en pequeños equipos laborales en función del tipo de
trabajo asignado a los esclavos no asalariados, las cuales estaban constituidas
por antiguos Reyes en sus países de origen cuya hidalguía había quedado
demolida al simple obedecimiento de normas despiadadas que sangraban su piel y
dignidad…
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