il film è del 2023, arriva in pochissime sale due anni dopo.
quello che succede in Argentina da troppi anni è il nostro futuro, che arriva a lunghe falcate.
il film è sicuramente politico, leggero e divertente, amaro e drammaticamente attuale.
gli attori sono bravissimi, è un film dell'altra parte del mondo, che ha un'anima e un coraggio come pochi.
un film da non perdere, promesso.
buona (universitaria) visione - Ismaele
ps: di Benjamín Naishtat ho visto anche Rojo, un gran film.
…Puan è comunque un film necessario. Parla con grazia e
rigore di ciò che spesso viene dimenticato: la dignità del pensiero, la nobiltà
dell’insegnamento, la possibilità del cambiamento. È una commedia, sì, ma anche
un grido sommesso contro l’indifferenza, un inno dolceamaro alla dignità umana.
Nel raccontare una piccola lotta accademica, Alché e Naishtat illuminano una
crisi collettiva. Il film sfiora un affresco più universale e completo, ma ciò
che resta è un messaggio limpido: la cultura, anche se stanca, anche se ferita,
ha ancora la forza di interrogarci. Di farci ridere. E, forse, di salvarci.
…È interessante come la politica
permei tutto il film in maniera mai invasiva: non si parla solo di filosofia,
ma di vita, di lavoro, di cultura, di stipendi che non arrivano, di come
affrontare una competizione e di come arrivare a fine mese. Si potrebbe quasi
definire una commedia neorealista, tanto risulta efficace l'impronta di
verosimiglianza nel racconto del reale, nel tratteggiare l'approccio
individualista di chi pensa solo a se stesso e alla propria carriera, come
l'approccio collettivo di chi invece percepisce l'università come una
collettività. È la comunità educativa, determinata a scendere in strada per
rivendicare il diritto a esistere.
…Puan es
una comedia dramática que interpela a todos los actores del sistema educativo,
maneja con gran tino la convergencia entre el humor y la tensión del relato,
tiene excelentes actuaciones y muy buenas locaciones, elige muy bien los dardos
que le propina a la mentalidad universitaria, a veces encerrada en las encrucijadas
académicas y sin contacto con la realidad social que la circunda y atraviesa, y
resalta a su vez la resiliencia y la muñeca de sus integrantes para sumergirse
en la cotidianeidad cuando la crisis toca las puertas de la facultad. María
Aiché y Benjamin Naishtat, dos realizadores con muy buenas carreras
cinematográficas, ambos debutando con dos obras de gran calidad, Familia
Sumergida (2018) e Historia del Miedo (2014),
respectivamente, destacándose especialmente el talento del segundo y su tercer
opus, Rojo (2018), logran aquí una propuesta capaz de
emocionar y hacer reír por igual, advirtiendo a la comunidad universitaria
acerca de la necesidad de estar alerta ante la inminencia del regreso de
políticas retrógradas que buscan desestabilizar la convivencia democrática.
Los directores, primero, denuncian la conversión
de la sociedad en un campo de batalla en el que reina la ley del más fuerte y
en el que todos luchan contra todos en su intento por sobrevivir; y, después,
señalan la necesidad de unirse para poder plantarle cara a un capitalismo
salvaje que, como sucede en la cinta, prescinde de los centros de educación
pública porque no los considera rentables. El propio título de la cinta (Puan
es el nombre de la calle en la que mayoritariamente se desarrolla la acción) es
una fuerte declaración de intenciones: no se trata del yo, sino del nosotros,
porque el exterior condiciona siempre el interior, el contexto afecta de forma
inevitable a las personas que en él se desarrollan, y la única forma de
solucionar los problemas es desde la agrupación, desde la primera persona del
plural. Precisamente por eso, todas las dificultades de los protagonistas
tienen su raíz en el sistema injusto en el que viven: desde la envidia que
envenenada que les devora, pasando por los problemas de salud mental causados
por la precariedad, hasta llegar a la degradación de las relaciones personales
provocada por la falta de tiempo libre que impide cuidarlas con esmero. Sólo al
final, cuando los personajes dejan sus rencillas personales a un lado para
luchar juntos por sus derechos, son capaces de atisbar algo de luz. En
definitiva, María Alché y Benjamín Naishtat construyen un divertido y
emocionante alegato en favor de lo público (en un momento en el que el propio
presidente de Argentina lo está desmontando) que utiliza los mimbres de la
comedia filosófica con toques absurdos para abogar por el humanismo y la
fraternidad como forma de combatir los abusos del capitalismo. Impresionante.
…Puan se salva por dos cosas:
una, por su constante alusión a filósofos de toda laya, desde Hobbes a
Heidegger, desde Spinoza a Parménides, desde Sócrates a Heráclito. Pero es que
la cosa no se queda en la mera alusión, sino que los profesores que aparecen en
pantalla en sus clases (el propio Marcelo, pero también Sujarchuk) hablan
profusamente del pensamiento de esos filósofos, de sus tesis, de cómo se oponen
unas con otras, de cómo todo ello puede servirnos en la actualidad en nuestras
vidas. Es tan raro que las palabras “filosofía” o “filósofo” se mencionen en un
film, que uno como este, en el que no solo se cita una sino decenas de veces, y
encima de todo se habla del pensamiento de muchas de las mejores cabezas de
esta disciplina mayor (el saber por antonomasia, por supuesto, el que se
pregunta sobre el propio ser humano, sobre nuestra inmanente esencia), ya nos
gana por goleada; si encima de todo fuera una buena película, es que le
hacíamos la ola...
…Los intérpretes, como es legendario en el cine argentino,
están muy bien: Marcelo Subiotto compone un profesor adocenado que habrá de
espabilarse para dejar de ser el hombre que va por la vida por inercia, al que
la vida lo lleva en volandas en vez de ser él quien, moderadamente, intente
conducirla. Leonardo Sbaraglia encarna muy atinadamente a este profesor
emigrado a Alemania, con un complejo de superioridad que no se recata en
disimular, siempre con sonrisas paternalistas para todos mientras hace fatuo
alarde de las diversas lenguas en las que se maneja y de su verbo florido de
cualidades embelesadoras. Atención al pequeño Gaspar Offenhenden, de apellido
como de Stuttgart, pero más porteño que el mate; este niño parece que se ha
comido un viejo: lo que sabe... Si no se malogra, nos parece que puede ser uno
de los grandes actores argentinos del futuro.
…¿Es Puán una
comedia que se burla de la facultad? ¿Es una sátira cruel o es un canto de
amor? Hacia el final, cuando aparece el personaje del comisario interpretado
por Luis Ziembrowski no nos queda otra opción más que pensar que es una comedia
contra la Facultad, porque no puede haber un personaje tan mal dibujado, tan
sobreactuado y tan torpe en una película seria. O tal vez los realizadores
tienen tanta hipocresía ideológica que no se animan a hacer un comisario menos
estereotipado. ¿Esa amenaza que sufren alumnos y profesores es real o es parte
de una lucha que atrasa cincuenta años y sólo ellos creen seguir peleando? Por
última vez, del naufragio se salva todo por el protagonista. Si sólo lo
seguimos a él veremos un momento genuino, honesto, un momento de coraje para un
personaje destinado a una vida gris. No importa si su lucha es real o
imaginaria, él muestra amor por ese mundo al que pertenece y finalmente logra
sentirse valioso. El leitmotiv de la película es la imposibilidad de Marcelo de
cantar Niebla de Riachuelo, el tango de Cobián y Cadícamo
escrito en 1937. Una y otra vez es interrumpido, hasta que en la escena final,
sin que nadie se lo requiera, él lo canta, como síntesis perfecta de su
personalidad y su estado de ánimo. Los directores parecen haber construido toda
la película para ese momento mágico. Y Marcelo Subiotto parece haber construido
una carrera como actor en función de esta cúspide en su carrera. Inteligente y
emocionante, es un cierre inolvidable para una película con virtudes y
defectos, sostenida por su intérprete principal.
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