domenica 13 aprile 2025

Puan - Il professore - María Alché e Benjamín Naishtat

il film è del 2023, arriva in pochissime sale due anni dopo.

quello che succede in Argentina da troppi anni è il nostro futuro, che arriva a lunghe falcate.

il film è sicuramente politico, leggero e divertente, amaro e drammaticamente attuale.

gli attori sono bravissimi, è un film dell'altra parte del mondo, che ha un'anima e un coraggio come pochi.

un film da non perdere, promesso.

buona (universitaria) visione - Ismaele


ps: di Benjamín Naishtat ho visto anche Rojo, un gran film.

 

 

 

 

Puan è comunque un film necessario. Parla con grazia e rigore di ciò che spesso viene dimenticato: la dignità del pensiero, la nobiltà dell’insegnamento, la possibilità del cambiamento. È una commedia, sì, ma anche un grido sommesso contro l’indifferenza, un inno dolceamaro alla dignità umana. Nel raccontare una piccola lotta accademica, Alché e Naishtat illuminano una crisi collettiva. Il film sfiora un affresco più universale e completo, ma ciò che resta è un messaggio limpido: la cultura, anche se stanca, anche se ferita, ha ancora la forza di interrogarci. Di farci ridere. E, forse, di salvarci.

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È interessante come la politica permei tutto il film in maniera mai invasiva: non si parla solo di filosofia, ma di vita, di lavoro, di cultura, di stipendi che non arrivano, di come affrontare una competizione e di come arrivare a fine mese. Si potrebbe quasi definire una commedia neorealista, tanto risulta efficace l'impronta di verosimiglianza nel racconto del reale, nel tratteggiare l'approccio individualista di chi pensa solo a se stesso e alla propria carriera, come l'approccio collettivo di chi invece percepisce l'università come una collettività. È la comunità educativa, determinata a scendere in strada per rivendicare il diritto a esistere.

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Puan es una comedia dramática que interpela a todos los actores del sistema educativo, maneja con gran tino la convergencia entre el humor y la tensión del relato, tiene excelentes actuaciones y muy buenas locaciones, elige muy bien los dardos que le propina a la mentalidad universitaria, a veces encerrada en las encrucijadas académicas y sin contacto con la realidad social que la circunda y atraviesa, y resalta a su vez la resiliencia y la muñeca de sus integrantes para sumergirse en la cotidianeidad cuando la crisis toca las puertas de la facultad. María Aiché y Benjamin Naishtat, dos realizadores con muy buenas carreras cinematográficas, ambos debutando con dos obras de gran calidad, Familia Sumergida (2018) e Historia del Miedo (2014), respectivamente, destacándose especialmente el talento del segundo y su tercer opus, Rojo (2018), logran aquí una propuesta capaz de emocionar y hacer reír por igual, advirtiendo a la comunidad universitaria acerca de la necesidad de estar alerta ante la inminencia del regreso de políticas retrógradas que buscan desestabilizar la convivencia democrática.

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Los directores, primero, denuncian la conversión de la sociedad en un campo de batalla en el que reina la ley del más fuerte y en el que todos luchan contra todos en su intento por sobrevivir; y, después, señalan la necesidad de unirse para poder plantarle cara a un capitalismo salvaje que, como sucede en la cinta, prescinde de los centros de educación pública porque no los considera rentables. El propio título de la cinta (Puan es el nombre de la calle en la que mayoritariamente se desarrolla la acción) es una fuerte declaración de intenciones: no se trata del yo, sino del nosotros, porque el exterior condiciona siempre el interior, el contexto afecta de forma inevitable a las personas que en él se desarrollan, y la única forma de solucionar los problemas es desde la agrupación, desde la primera persona del plural. Precisamente por eso, todas las dificultades de los protagonistas tienen su raíz en el sistema injusto en el que viven: desde la envidia que envenenada que les devora, pasando por los problemas de salud mental causados por la precariedad, hasta llegar a la degradación de las relaciones personales provocada por la falta de tiempo libre que impide cuidarlas con esmero. Sólo al final, cuando los personajes dejan sus rencillas personales a un lado para luchar juntos por sus derechos, son capaces de atisbar algo de luz. En definitiva, María Alché y Benjamín Naishtat construyen un divertido y emocionante alegato en favor de lo público (en un momento en el que el propio presidente de Argentina lo está desmontando) que utiliza los mimbres de la comedia filosófica con toques absurdos para abogar por el humanismo y la fraternidad como forma de combatir los abusos del capitalismo. Impresionante.

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Puan se salva por dos cosas: una, por su constante alusión a filósofos de toda laya, desde Hobbes a Heidegger, desde Spinoza a Parménides, desde Sócrates a Heráclito. Pero es que la cosa no se queda en la mera alusión, sino que los profesores que aparecen en pantalla en sus clases (el propio Marcelo, pero también Sujarchuk) hablan profusamente del pensamiento de esos filósofos, de sus tesis, de cómo se oponen unas con otras, de cómo todo ello puede servirnos en la actualidad en nuestras vidas. Es tan raro que las palabras “filosofía” o “filósofo” se mencionen en un film, que uno como este, en el que no solo se cita una sino decenas de veces, y encima de todo se habla del pensamiento de muchas de las mejores cabezas de esta disciplina mayor (el saber por antonomasia, por supuesto, el que se pregunta sobre el propio ser humano, sobre nuestra inmanente esencia), ya nos gana por goleada; si encima de todo fuera una buena película, es que le hacíamos la ola...

…Los intérpretes, como es legendario en el cine argentino, están muy bien: Marcelo Subiotto compone un profesor adocenado que habrá de espabilarse para dejar de ser el hombre que va por la vida por inercia, al que la vida lo lleva en volandas en vez de ser él quien, moderadamente, intente conducirla. Leonardo Sbaraglia encarna muy atinadamente a este profesor emigrado a Alemania, con un complejo de superioridad que no se recata en disimular, siempre con sonrisas paternalistas para todos mientras hace fatuo alarde de las diversas lenguas en las que se maneja y de su verbo florido de cualidades embelesadoras. Atención al pequeño Gaspar Offenhenden, de apellido como de Stuttgart, pero más porteño que el mate; este niño parece que se ha comido un viejo: lo que sabe... Si no se malogra, nos parece que puede ser uno de los grandes actores argentinos del futuro.

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¿Es Puán una comedia que se burla de la facultad? ¿Es una sátira cruel o es un canto de amor? Hacia el final, cuando aparece el personaje del comisario interpretado por Luis Ziembrowski no nos queda otra opción más que pensar que es una comedia contra la Facultad, porque no puede haber un personaje tan mal dibujado, tan sobreactuado y tan torpe en una película seria. O tal vez los realizadores tienen tanta hipocresía ideológica que no se animan a hacer un comisario menos estereotipado. ¿Esa amenaza que sufren alumnos y profesores es real o es parte de una lucha que atrasa cincuenta años y sólo ellos creen seguir peleando? Por última vez, del naufragio se salva todo por el protagonista. Si sólo lo seguimos a él veremos un momento genuino, honesto, un momento de coraje para un personaje destinado a una vida gris. No importa si su lucha es real o imaginaria, él muestra amor por ese mundo al que pertenece y finalmente logra sentirse valioso. El leitmotiv de la película es la imposibilidad de Marcelo de cantar Niebla de Riachuelo, el tango de Cobián y Cadícamo escrito en 1937. Una y otra vez es interrumpido, hasta que en la escena final, sin que nadie se lo requiera, él lo canta, como síntesis perfecta de su personalidad y su estado de ánimo. Los directores parecen haber construido toda la película para ese momento mágico. Y Marcelo Subiotto parece haber construido una carrera como actor en función de esta cúspide en su carrera. Inteligente y emocionante, es un cierre inolvidable para una película con virtudes y defectos, sostenida por su intérprete principal.

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