giovedì 9 gennaio 2020

Bande de filles (Diamante nero) - Céline Sciamma

un film sorprendente, la storia di quattro ragazze che vogliono sopravvivere e vivere, nella banlieu dove sono nate.
e sopra tutte è la storia di Marieme, quel quartiere è una prigione, troppe costrizioni, troppa violenza, anche in famiglia, la mamma è assente, fa le pulizie negli hotel, due sorelle più piccole le vogliono un bene dell'anima, il fratello maggiore la picchia, vuole evadere, a qualsiasi costo. 
e va via, in solitudine.
e però certi costi sono troppo alti.
un film bellissimo, cercatelo - Ismaele





Ce l’ho con te, creativo padano o capitolino di prima seconda o terza generazione, tu sei la prova che l’Italia è un paese con la p minuscola, tu hai infangato quest’opera, o concorso ad infangarla, chiamandola Diamante Nero perché si parla di una protagonista nera e si fa riferimento alla quasi omonima canzone di Rihanna; tu, creativo padano o capitolino, educato da più lustri a blandire il ventre molle di questa comunità occlusa, hai pensato di unire utile e dilettevole, magari nel primo brainstorming avevi anche provato a proporre un titolo eponimo con il nome della protagonista, Marieme, poi, siccome gli ultimi focus group ti hanno confermato che qui l’aria è amara per tutto ciò che puzza di umanità, hai svoltato su una titolazione degna del nuovo partito della nazione, fascialittoria come Faccetta Nera, magari adesso ancora ti crogioli nella pozzanghera del tuo acume da trilobita. Fottiti, creativo padano o capitolino, questo film non si chiama Diamante Nero, si chiama Bande des Filles, alla regia c’è Celine Sciamma.
L’onestà non ci fa difetto, quindi ci prendiamo briga di attaccare anche la Sciamma, perché nel suo titolo evoca un plurale che non c’è, o c’è solo in parte. Questa infatti non è un’opera sul generico disagio giovanile, non è uno sguardo su una pink gang di periferia, nemmeno su una generazione di adolescenti difficili, è un singolarissimo individuale coming of age, una ragazza sola osservata nelle anse di una formazione, sessuale e individuale, aleatoria e contingente, che per contingenza e aleatorietà condivide parte del suo percorso con altre come lei, donde anche il titolo inglese, Girlhood cioè Sorellanza, è solo parzialmente giustificato. Sciamma è una brava, sin dal primo film ha mostrato di avere l’occhio della cantastorie dei minori di anni 18, sovversivamente  rappresentati nella furia delle tempeste ormonali più che nella mangrovia delle relazioni familiari, e qui incomincia alla grande, anzi, alla grandissima, con 10 minuti di cinema assoluto, un gruppo di ragazze sulla via del ritorno a casa dopo una partita di football americano (!), chiacchiere e scherzi e allegria e socialità camminando sotto i portici o nei vicoli  o nelle piazze, e d’un tratto, lì in lontananza ecco i nemici, i maschi del branco, famelici come lupi, inquietanti come orchi, ripresi come ombre, e subito il silenzio che scende, la minaccia incombente della prevaricazione, dell’abuso, della violenza. Straordinario…

Dans la France de 2014, les pièges, les dangers, les loups-garous sont nombreux pour une jeune-fille-noire-prolétaire-solitaire-sans diplôme. Le diamant dans le ciel retombe sur terre, parfois sous terre, ramené à l’état
de caillasse toc par la loi sociale, toujours masculine et brutale – dealers, proxos parsèment son chemin, de la cité à la ville. Et à chaque séquence du trajet cahoteux vers son destin de femme, Vic change de costume, d’apparence : haut de jogging “caillera” qui efface le genre, minijupe et perruque blonde pour souligner une féminité artificiellement sophistiquée, le parcours existentiel est aussi une affaire de transformations visibles, comme dans les contes.
Si le portrait de Vic est complexe, si le tableau des mécanismes sociaux qui agissent sur elle est subtil, Céline Sciamma reste néanmoins une cinéaste “ligne claire”, limpide dans son récit et ses options de mise en scène. Comme dans Naissance des pieuvres ou Tomboy, elle montre une véritable aisance pour rendre la complexité parfaitement lisible. Ici, elle est bien aidée par un quatuor de comédiennes effectivement pur diamant : Karidja Touré, Assa Sylla, Lindsay Karamoh et Mariétou Touré sont aussi craquantes, marrantes, poignantes que leurs doubles de fiction. Quand on voit tant de beauté, de talent, de vivacité, d’intelligence et de sensibilité à l’œuvre, on se demande mais comment, comment, comment peut-on être zemmourien ?!
Car Bande de filles est aussi politique que Tomboy, non parce qu’il déploie un message programmatique mais parce qu’il se place pile-poil au cœur des prurits qui démangent une partie de la société française. Ce titre, Bande de filles, désigne aussi bien le groupe qu’une insulte réappropriée. Etre traitée de “fille” (ou de “pédé”, de “goudou”, de “youpin”, de “négro”…), c’est toujours un honneur parce que ça vient toujours d’une bande de cons.

En Bande de filles podemos encontrar así, revueltos, diseminados y personificados en la ambivalente Marieme, los clásicos conflictos adolescentes que siguen persiguiendo a los miembros de cada nueva generación, y que aquí se focalizan en especial en la obsesión por la aceptación, por ser a la vez cool, fuerte, independiente, bonita, deseada, admirada, y también temida. Sin llegar ni por asomo a la sensibilidad radiante ni la profundidad psicológica abrumadora de su anterior trabajo, aquella elocuente y delicada Tomboy que exploraba los arquetipos de género desde la óptica conmovedora de la mente infantil, Bande de filles perpetúa el lenguaje sensorial y vitalista de la filmografía de Sciamma, y su curiosidad insaciable por radiografiar el alma humana, por captar esos momentos de felicidad efímera tan anclados al recuerdo de cualquiera. La memorable secuencia de las chicas cantando y bailando Diamonds, de Rihanna, entre las cuatro paredes de una anodina habitación de hotel es la mejor muestra de la euforia compartida de una adolescencia febril que se escapa entre los dedos.

Personnellement, ce film me semble faire le même effet que « Into the wild » de Sean Penn. Adoré des uns, détesté des autres. « Bande de filles » est un film dans lequel il est difficile de ne pas porter de jugement sur les actes des personnages, qu’ils soient enfantins, immatures, irrespectueux, nécessaires, ou libérateurs... Quelle que soit notre position, on ne peut qu’admettre que Céline Sciamma est une grande réalisatrice, qui filme les femmes comme personne, et qui a eu le courage qu’aucun réalisateur français n’a encore eu : faire un film uniquement avec des actrices noires. Quatre diamants bruts à l’état pur, qui ne laisseront aucun spectateur indifférent.

Sciamma en Girlhood nunca juzga sus acciones, alguna de ellas reprobables, pero perfectamente comprendidas en un entorno viciado de violencia. Es destacable, especialmente, aquella violencia que ejerce el sector masculino sobre ellas, por ejemplo, el hermano de Marianne que actúa como autoridad patriarcal. Es, por tanto, una violencia que ellas ya han interiorizado, dado que también actúan con agresividad frente a otros grupos de chicas, siempre entendidas como rivales. En esa línea se entiende la elección cromática dominante: la tonalidad azul con su carga ambivalente. Por un lado, es un color luminoso y claro, es el despertar y su belleza. Por el otro, dicho color no deja de ser frío, en analogía al duro entorno en el que viven.
Si hemos hablado de capítulos, donde el encuentro de Marianne con Lady y las otras chicas es el más importante, Sciamma atiende siempre a la evolución de Marianne. No es casual que cuando pierde el contacto con ellas, vuelva a su primigenio aspecto andrógino, a las trenzas. El siguiente será el encuentro con el sexo y el primer amor. Y la película que podría haber finalizado con el momento final en el que ya no volverá a encontrarlas, dejándonos con el corazón en un puño, sin embargo al centrarse en Marianne y su crecimiento capta perfectamente esa sensación de lo efímero, muy apegada a esta edad intersticial. Es muy probable que en la adolescencia es cuando tomamos conciencia por primera vez conforme todo es provisional, que los momentos de felicidad no van a durar para siempre. Sabemos perfectamente la vida que no querremos tener en el futuro, pero no sabemos cuál es el rumbo que seguiremos. En la adolescencia aprenderemos que todo termina y que todo cambia. Pero recordaremos a nuestros amigos, tan bellos y tan perfectos. Y recuperaremos la felicidad.

Girlhood se erige como la película en la que Sciamma parece más comprometida socialmente. La protagonista es una muchacha de los suburbios de París que pretende salir por todos los medios de un lugar donde con toda probabilidad logrará trabajos precarios y un embarazo no deseado. No obstante, las circunstancias no van a ser las más propicias. El centro educativo donde estudia le obligará a escoger la formación profesional en detrimento del bachillerato del instituto de secundaria, la opción que ella realmente desea. Visiblemente enfadada, se unirá a un grupo de chicas que se dedica a perder el tiempo y pelearse. Sciamma acierta al imprimir autenticidad a las conductas y los diálogos de las componentes de la pandilla. También atina al escoger actrices no profesionales para dar vida a personajes que se encuentran muy cerca de su propia realidad.
La realizadora muestra, además, un cariño por la protagonista y sus colegas, unas jovencitas que juegan a ser dueñas de su destino, aunque tengan claro que su porvenir no es precisamente el más halagüeño. Incluso les reserva un pequeño oasis con forma de habitación de hotel, donde las cuatro juegan a ser mayores y elegantes mientras bailan al ritmo de Diamonds, la canción de Rihanna que habla sobre alcanzar el éxtasis y brillar en la oscuridad como diamantes.
Hay sensibilidad en la manera en la que Sciamma refleja la dura vida de una chica de barrio pobre que tiene que renunciar muy pronto a sus sueños por culpa de las circunstancias. No hay en la película de la francesa ningún tipo de discurso que subraye las intenciones críticas, aunque sí la plasmación en imágenes de un lugar terrible, donde gran parte de sus habitantes parece predestinado a perpetuar la marginación y exclusión…

Sul piano della narrazione, Bande des femmes si presenta con una struttura rapsodica assai singolare. Il punto di vista pressoché unico è quello di Marieme/Vic ma, pur procedendo secondo una progressione monopuntuale e lineare, il racconto si dirama ben presto in diverse direttrici nelle quali viene articolato il rapporto tra la protagonista e il fratello o le sorelle, la madre, le ragazze del gruppo, Bébé, e via dicendo. Inoltre, le varie tappe del percorso di crescita personale della protagonista, spesso ma non sempre collegate ad eventi che vedono coinvolte altre ragazze della banda, come l’umiliazione subita da Lily e la rivincita che Marieme stessa si prende sulla leader rivale, sono seguiti da momenti di nero e ripartenze improvvise e imprevedibili.
Sul piano della scrittura filmica, Sciamma compie delle scelte controcorrente. Laddove ci si aspetterebbe un naturalismo esasperato, con macchina a mano, luce naturale e riprese dal vero, la regista si muove secondo logiche sue proprie, che mescolano verismo e formalismo, calco documentario e reinvenzione. Le giovanissime interpreti vengono tutte dalla strada e sono alla loro prima esperienza sul grande schermo, ma per riprenderle Sciamma sceglie stavolta soluzioni “pesanti” come il travelling ripetuto, la ripresa in continuità, il cinemascope e la ricostruzione integrale degli interni in studio, senza peraltro che questo partito preso prenda il sopravvento sulla drammaturgia o sulla direzione attoriale. Molto libera e felice l’articolazione del montaggio e l’utilizzo della colonna sonora: al tema elettronico pulsante di Para One, la regista mescola la ripresa di pezzi di volta in volta hip hop o pop. Tra i momenti di maggiore impatto liberatorio, le due sequenze in cui le ragazze si lasciano andare alla musica, nel primo caso ballando e cantando Diamond sulle note di Rihanna, all’interno della stanza d’albergo che hanno preso per una festa notturna a quattro; nel secondo improvvisando assoli hip hop all’aperto, a pochi passi dall’arco della Défense.
In altri momenti, nei quali invece si fa strada la violenza che è legge nella banlieue, si ha l’impressione che Sciamma metta volutamente tra parentesi il proprio punto di vista, ma la forza del film sta proprio in questo suo sguardo complice ma non ricattatorio, coinvolto senza essere populista, antimoralista ma lontano da immedesimazioni ambigue, con cui, grazie anche alla straordinaria prova d’insieme delle interpreti e in particolare al profilo mutevole e impenetrabile della protagonista, la regista incornicia le sue ragazze, ciascuna delle quali vive di una mirabile luce propria, irriducibile a compiti narrativi o pseudosociologici. Da questo punto di vista, Bande de filles declina insieme questioni di genere, classe, “razza”, e arricchisce costantemente la fenomenologia della “seconda generazione” con intelligenza, proprio col suo tenere dritta la barra sull’individualità. Perché se ciascuno e ciascuna a suo modo fa i conti con la condizione adulta, o si ridefinisce sul piano di genere, lo stesso può dirsi per tutti gli altri ambiti che chiamano in causa la linea del colore e le eredità del colonialismo, e Bande de filles ce lo ricorda, anche questo senza volere.
…L’ouverture du film tient du sublime : au-delà de la découverte de filles en train de jouer au rugby (une prime réappropriation d’un univers réservé d’ordinaire aux hommes), Céline Sciamma révèle avec une force rare la réalité qui régit l’espace public où les filles (femmes) deviennent les attributs des hommes, baissent la tête et avancent en silence. Ainsi lorsque les jeunes filles, encore excitées par leur entrainement, pénètrent la cité, elles plongent soudainement dans un mutisme saisissant. Les silhouettes masculines les entourent, comme menaçantes – une impression renforcée et confirmée alors qu’elles se séparent peu à peu. Du groupe se détache une figure, celle de Marieme, dont le récit et les lignes de vie ne sont dès lors qu’un point de vue sur une réalité commune. Trop commune.
La construction scénaristique est habile et parfaitement maîtrisée. Plus encore que son caractère universel, Céline Sciamma parvient ainsi à donner à sa BANDE DE FILLES plusieurs degrés de lecture : chaque geste, chaque mot trouvant un écho bien au-delà de la ligne narrative qui aborde brillamment les relations familiales, amoureuses, amicales et « sociales ».
Superbe et « esthétique », la réalisation n’est jamais esthétisante, Sciamma créant une syntaxe pleine de sens en jonglant à dessein avec les effets de mise en scène et de montage, le réalisme et les artifices, bref avec l’ensemble des possibilités que lui offre le médium cinématographique. Une grammaire pleinement expressive et quelque fois, lorsqu’elle exacerbe l’énergie des protagonistes, jouissive. Enfin comment ne pas être sous le charme face à l’ensemble des interprètes (Karadja Touré en tête) qui sont d’une justesse admirable – ce qui confirme par ailleurs l’acuité de la réalisatrice à diriger ses comédiens.

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