sabato 23 maggio 2015

L’argent – Robert Bresson

ispirato a un racconto di Tolstoj, Bresson ci mostra delle persone, un pezzo della loro vita, che a Yvon, il più debole di tutti, costa la prigione e la rovina.
come un teorema geometrico, tracciato da una banconota falsa,
come tutto il cinema di Robert Bresson, da non perdere - Ismaele



...in L’argent non ci sono tanto singoli personaggi o un vero protagonista ma l’umanità in se stessa. Infatti nella prima parte il film è apertamente corale, perché intreccia più storie, ma resta tale anche quando viene in primo piano la storia di Yvon.  Per così dire “così fanno o sono tutti”. di cinema?
È il cinema, come è stato definito, del dépouillement, dell’ascesi. Ma qui, in L’argent, lo stile svolge una funzione più centrale che negli altri film perché serve ad attirare l’attenzione sull’impoverimento emotivo e psicologico di tutti i personaggi.
È impossibile empatizzare con questi personaggi. Per quanto buona volontà ci si voglia mettere, non ci riusciamo. Io non ci riesco. Il film mette in scena emozioni, ma non le fa provare o, meglio, fa provare fastidiosamente la loro assenza. I personaggi sono “stilizzati”, dei manichini, non hanno vero spessore, mancano di una vera interiorità. Neppure la terribile storia di Yvon riesce a coinvolgere. È insensata, non perché non abbia un senso ma perché questo senso è tutto cerebrale e nello spettatore non è mediato da una vera identificazione…
da qui

Which might be the film's true subject--money not as a source of evil per se, but as symbol and operative medium (both fuel and lubricant) of a larger concept, civilization itself. Money here is the crust on which we all subsist on, stand on, and we'll do anything--lie, cheat, steal, kill--to keep that brittle, fragile crust from crumbling, and us falling through. Yvon has fallen through, and has found the experience strangely liberating--he kills, then carelessly spends the little money he has taken from the murders. Money has stopped being the motivating factor--it never was meant to be one anyway; rather, it was the signpost that marked where society begins and ends, a signpost Yvon has uprooted and is swinging wildly over his head…

Faux billets, faux témoignages, faux coupables. Les actes s’enchaînent et il est évident que les actions d’Yvon auront des répercussions que le film n’évoque pas. Le mal est comme une chaîne qui parcourt le monde, et chaque crime en est maillon. Bresson observe le « cheminement tragique du mal ». Un individu ne naît pas mauvais et c’est ce que Bresson observe, décortique, cette route tragique que tout un chacun peut un jour emprunter.,,

… The film, in its rigor, economy and intensity, has a kind of brilliance. As always with Bresson, one is in the presence of moral and artistic seriousness of the highest order. Whether one agrees with his choices or not, one knows that the filmmaker has a persuasive reason for each of them.
The filmmaker, a deeply religious individual, although not in any orthodox sense, had very definite views about art and film. He claimed to have been horrified by the artificiality of his actors during the making of his first feature film. Subsequently he used non-professionals almost exclusively. Bresson referred to them not as actors, but as models, whose unconscious ‘states of soul’ he was seeking to reveal. He asked his ‘models’ not to act but to speak as though they were speaking to themselves, requiring twenty, thirty, forty or more takes to obtain what he wanted from a particular moment.
He commented: “I want the essence of my films to be not the words my people say or even the gestures they perform, but what these words and gestures provoke in them. What I tell them to do or say must bring to light something they had not realized they contained. The camera catches it; neither they nor I really know it before it happens. The unknown.” This mystery that Bresson pursued relentlessly no doubt had divine significance to him.
Explaining his approach to directing his models, he remarked: “I tell my actors to speak and move mechanically. For I am using these gestures and words—which they do not interpret—to draw out of them what I want to appear on screen.” The actors are raw material, but “precious raw material.”…

Si Tolstoi muestra la relación brutal de campesinos y amos en  la época zarista, Bresson traslada los personajes a París de la Francia contemporánea. Ivón es empleado de una compañía proveedora de combustible y no un leñador. Reminiscencias del escenario campestre, sólo aparecen hacia el final de la película cuando la acción se traslada al suburbio donde vive la mujer que brindará asilo a Ivon, y a la que éste matará sin razón explícita. Tolstoi es mesurado en la descripción de los personajes, pero se extiende en la narración de sus acciones y pensamientos. Bresson, por su lado, nos hace prestar atención a la vestimenta, a la manera de caminar, neutralizando los tonos de voz de los actores y dejando al espectador la tarea de reconstrucción, en este caso múltiple, de los móviles y de la vida interior de sus criaturas  A veces son los objetos los que se convierten en factores dominantes, ocupando la escena y resaltando por medio de su mudez o, más a menudo, por medio de su sonido, la atmósfera inquietante de la historia: el pasillo vacío del subte como a la espera, el hacha sobre el heno anticipando la comisión de los últimos crímenes, el crujido de los billetes de banco subrayando el carácter perturbador de las transacciones, el sonido chirriante  de las puertas de la cárcel abriéndose y cerrándose con un golpe. Los ruidos de los vehículos, de los pasos de la gente o el murmullo del río,  compiten con los diálogos escasos y recortados y con los silencios de los personajes. La persistencia de los ruidos los convierte en testigos y tal vez  en un coro que comenta los sucesos.,,

… En la historia de Bresson no hay inocentes; incluso las víctimas de una estafa o de un calamitoso error del sistema moral, policial y penal de la sociedad son absolutamente culpables. Todos los personajes resultan realmente odiosos por una u otra razón, exceptuando a Elise (Caroline Lang), la desgraciada esposa de Yvon, la mayor sufridora de todos, y quizá a la anciana del tremendo capítulo final del filme (Sylvie van den Elsen). Los adolescentes del comienzo encarnan a la ociosa juventud producto de la sociedad del bienestar que sus padres les han regalado; internamente carecen del concepto de esfuerzo, de trabajo, de sacrificio, de ganarse su situación privilegiada. Lo tienen todo hecho y al alcance de la mano, les basta con pedirlo, o exigirlo, dado que en su mentalidad creen que tienen derecho a todo. De hecho, la película se inicia con uno de ellos abriendo la puerta del despacho de su padre para pedirle la paga, y es la circunstancia de que ésta no colme sus expectativas, de que no llegue a la cantidad que compañeros suyos de escuela reciben de sus padres y de que su madre no lleve suelto en el bolso, el detonante de que, en compañía de un amigo que le da la idea, la espiral de desgracias de Yvon dé comienzo con el cambio del billete falsificado en la tienda. Estos adolescentes, lejos de afrontar su responsabilidad, huirán como cobardes, en la escuela eludirán dar la cara (uno de ellos escapa literalmente de clase), mientras qne en casa su propia madre, amante protectora inconsciene de que el efecto de este hecho en su hijo será fatal, evita poner al padre en conocimiento de lo ocurrido, con lo que la trampa de Yvon comienza a cerrarse: ni siquiera la contemplación de cómo un inocente va a sufrir las consecuencias despierta la humanidad del muchacho o de su madre, ni su piedad ni sus remordimientos. Los dueños de la tienda de fotografía no son mejores; son las víctimas, y sin embargo Bresson los carga de sospecha: su comportamiento no resulta claro, diáfano, sus movimientos, sus diálogos, las situaciones que viven parecen fruto de algún tipo de maniobra turbia, de ocultamiento, de clandestinidad, de secreto inconfesable. Se mueven en silencio, apenas hablan, y cuando lo hacen se refieren a hechos crípticos que el espectador desconoce pero que quizá encierren algo no del todo admisible. Su comportamiento, su forma de actuar, resulta en todo momento culpable, hasta el punto de manipular a su joven ayudante Lucien (Vincent Ruiterucci) para que dé falso testimonio en el juicio de Yvon y forzar su condena, a pesar de que ellos saben que es inocente porque desde el principio han identificado a los chicos como autores de la estafa. Lucien tampoco es ejemplar, ni mucho menos: aprovecha cada venta en la tienda cuando sus jefes no están para cobrar sobreprecios a los productos que se embolsa directamente en su billetero; cuando es despedido por esta razón, se guarda su odio y su rencor dentro, y junto a dos amigos no solo roba la caja fuerte de la tienda, sino que incluso le clona la tarjeta de crédito a su jefe y le “indemniza” con sus propios fondos en un aparente ejercicio de petición de perdón. Todos son culpables, todos están embrutecidos a causa del materialismo de una sociedad excesivamente preocupada por lo accesorio, que crea autómatas o zombis inconscientes o desconocedores de su propia humanidad…

2 commenti:

  1. Molto spesso la cinematografia francese non mi prende più di tanto, penso sia colpa mia, che non ho una forte simpatia verso i nostri cugini..
    Ma indubbiamente il nome del regista non è da poco e direi proprio che la pellicola è da vedere.
    Grazie Francesco, un abbraccio!

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    1. ma come tu stessa dici Bresson è sì francese, ma è di più:)

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