ispirato a un racconto di Tolstoj, Bresson ci mostra delle persone, un pezzo della loro vita, che a Yvon, il più debole di tutti, costa la prigione e la rovina.
come un teorema geometrico, tracciato da una banconota falsa,
come tutto il cinema di Robert Bresson, da non perdere - Ismaele
come un teorema geometrico, tracciato da una banconota falsa,
come tutto il cinema di Robert Bresson, da non perdere - Ismaele
...in L’argent non ci sono tanto singoli personaggi o un vero protagonista ma l’umanità in se stessa. Infatti nella prima parte il film è apertamente corale, perché intreccia più storie, ma resta tale anche quando viene in primo piano la storia di Yvon. Per così dire “così fanno o sono tutti”. di cinema?
È il cinema, come è stato definito, del dépouillement, dell’ascesi. Ma qui, in L’argent, lo stile svolge una funzione più centrale che negli altri film perché serve ad attirare l’attenzione sull’impoverimento emotivo e psicologico di tutti i personaggi.
È impossibile empatizzare con questi personaggi. Per quanto buona volontà ci si voglia mettere, non ci riusciamo. Io non ci riesco. Il film mette in scena emozioni, ma non le fa provare o, meglio, fa provare fastidiosamente la loro assenza. I personaggi sono “stilizzati”, dei manichini, non hanno vero spessore, mancano di una vera interiorità. Neppure la terribile storia di Yvon riesce a coinvolgere. È insensata, non perché non abbia un senso ma perché questo senso è tutto cerebrale e nello spettatore non è mediato da una vera identificazione…
da qui
…Faux
billets, faux témoignages, faux coupables. Les actes s’enchaînent et il est évident
que les actions d’Yvon auront des répercussions que le film n’évoque pas. Le mal est comme une chaîne qui parcourt le monde, et chaque
crime en est maillon. Bresson observe le « cheminement tragique du mal ». Un individu ne naît pas mauvais et
c’est ce que Bresson observe, décortique, cette route tragique que tout un
chacun peut un jour emprunter.,,
… The film, in its
rigor, economy and intensity, has a kind of brilliance. As always with Bresson,
one is in the presence of moral and artistic seriousness of the highest order.
Whether one agrees with his choices or not, one knows that the filmmaker has a
persuasive reason for each of them.
The filmmaker, a
deeply religious individual, although not in any orthodox sense, had very
definite views about art and film. He claimed to have been horrified by the
artificiality of his actors during the making of his first feature film.
Subsequently he used non-professionals almost exclusively. Bresson referred to
them not as actors, but as models, whose unconscious ‘states of soul’ he was
seeking to reveal. He asked his ‘models’ not to act but to speak as though they
were speaking to themselves, requiring twenty, thirty, forty or more takes to
obtain what he wanted from a particular moment.
He commented: “I want
the essence of my films to be not the words my people say or even the gestures
they perform, but what these words and gestures provoke in them. What I tell
them to do or say must bring to light something they had not realized they
contained. The camera catches it; neither they nor I really know it before it
happens. The unknown.”
This mystery that Bresson pursued relentlessly no doubt had divine significance
to him.
Explaining his
approach to directing his models, he remarked: “I tell my actors to speak and
move mechanically. For I am using these gestures and words—which they do not
interpret—to draw out of them what I want to appear on screen.” The actors are raw material, but “precious raw material.”…
… Si Tolstoi muestra la relación brutal
de campesinos y amos en la época zarista, Bresson traslada los personajes
a París de la Francia contemporánea. Ivón es empleado de una compañía
proveedora de combustible y no un leñador. Reminiscencias del escenario
campestre, sólo aparecen hacia el final de la película cuando la acción se
traslada al suburbio donde vive la mujer que brindará asilo a Ivon, y a la que
éste matará sin razón explícita. Tolstoi es mesurado en la descripción de los
personajes, pero se extiende en la narración de sus acciones y pensamientos.
Bresson, por su lado, nos hace prestar atención a la vestimenta, a la manera de
caminar, neutralizando los tonos de voz de los actores y dejando al espectador
la tarea de reconstrucción, en este caso múltiple, de los móviles y de la vida
interior de sus criaturas A veces son los objetos los que se convierten
en factores dominantes, ocupando la escena y resaltando por medio de su mudez
o, más a menudo, por medio de su sonido, la atmósfera inquietante de la
historia: el pasillo vacío del subte como a la espera, el hacha sobre el heno
anticipando la comisión de los últimos crímenes, el crujido de los billetes de
banco subrayando el carácter perturbador de las transacciones, el sonido
chirriante de las puertas de la cárcel abriéndose y cerrándose con un
golpe. Los ruidos de los vehículos, de los pasos de la gente o el murmullo del
río, compiten con los diálogos escasos y recortados y con los silencios
de los personajes. La persistencia de los ruidos los convierte en testigos y
tal vez en un coro que comenta los sucesos.,,
… En
la historia de Bresson no hay inocentes; incluso las víctimas de una estafa o
de un calamitoso error del sistema moral, policial y penal de la sociedad son
absolutamente culpables. Todos
los personajes resultan realmente odiosos por una u otra razón, exceptuando a
Elise (Caroline Lang), la desgraciada esposa de Yvon, la mayor sufridora de
todos, y quizá a la anciana del tremendo capítulo final del filme (Sylvie van
den Elsen). Los adolescentes del comienzo encarnan a la ociosa juventud
producto de la sociedad del bienestar que sus padres les han regalado;
internamente carecen del concepto de esfuerzo, de trabajo, de sacrificio, de
ganarse su situación privilegiada. Lo tienen todo hecho y al alcance de la
mano, les basta con pedirlo, o exigirlo, dado que en su mentalidad creen que
tienen derecho a todo. De hecho, la película se inicia con uno de ellos
abriendo la puerta del despacho de su padre para pedirle la paga, y es la
circunstancia de que ésta no colme sus expectativas, de que no llegue a la
cantidad que compañeros suyos de escuela reciben de sus padres y de que su
madre no lleve suelto en el bolso, el detonante de que, en compañía de un amigo
que le da la idea, la espiral de desgracias de Yvon dé comienzo con el cambio
del billete falsificado en la tienda. Estos adolescentes, lejos de afrontar su
responsabilidad, huirán como cobardes, en la escuela eludirán dar la cara (uno
de ellos escapa literalmente de clase), mientras qne en casa su propia madre,
amante protectora inconsciene de que el efecto de este hecho en su hijo será
fatal, evita poner al padre en conocimiento de lo ocurrido, con lo que la
trampa de Yvon comienza a cerrarse: ni siquiera la contemplación de cómo un
inocente va a sufrir las consecuencias despierta la humanidad del muchacho o de
su madre, ni su piedad ni sus remordimientos. Los dueños de la tienda de
fotografía no son mejores; son las víctimas, y sin embargo Bresson los carga de
sospecha: su comportamiento no resulta claro, diáfano, sus movimientos, sus
diálogos, las situaciones que viven parecen fruto de algún tipo de maniobra
turbia, de ocultamiento, de clandestinidad, de secreto inconfesable. Se mueven
en silencio, apenas hablan, y cuando lo hacen se refieren a hechos crípticos
que el espectador desconoce pero que quizá encierren algo no del todo
admisible. Su comportamiento, su forma de actuar, resulta en todo momento
culpable, hasta el punto de manipular a su joven ayudante Lucien (Vincent
Ruiterucci) para que dé falso testimonio en el juicio de Yvon y forzar su
condena, a pesar de que ellos saben que es inocente porque desde el principio
han identificado a los chicos como autores de la estafa. Lucien tampoco es
ejemplar, ni mucho menos: aprovecha cada venta en la tienda cuando sus jefes no
están para cobrar sobreprecios a los productos que se embolsa directamente en su
billetero; cuando es despedido por esta razón, se guarda su odio y su rencor
dentro, y junto a dos amigos no solo roba la caja fuerte de la tienda, sino que
incluso le clona la tarjeta de crédito a su jefe y le “indemniza” con sus
propios fondos en un aparente ejercicio de petición de perdón. Todos son
culpables, todos están embrutecidos a causa del materialismo de una sociedad
excesivamente preocupada por lo accesorio, que crea autómatas o zombis
inconscientes o desconocedores de su propia humanidad…
Molto spesso la cinematografia francese non mi prende più di tanto, penso sia colpa mia, che non ho una forte simpatia verso i nostri cugini..
RispondiEliminaMa indubbiamente il nome del regista non è da poco e direi proprio che la pellicola è da vedere.
Grazie Francesco, un abbraccio!
ma come tu stessa dici Bresson è sì francese, ma è di più:)
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