mercoledì 22 gennaio 2020

Estiu 1993 (Estate 1993) - Carla Simón

una bambina, Frida, passa dai nonni alla famiglia dello zio, sposato e con una figlia, Ana, vivono in campagna.
Frida è una bambina triste, orfana dei genitori, in una famiglia nella quale non si sente amata.
non ci sono sentimenti finti, sensazionalismi, lacrime inutili, tutto è realistico, sincero, e vorresti conoscere Frida, gli zii, la cuginetta, non puoi restare indifferente, se ancora sei vivo.
un piccolo capolavoro da non perdere, promesso - Ismaele







Si può vedere qui (in spagnolo, con sottotitoli in spagnolo)


Verano 1993 podrá parecer una serie de rodajas de vida que tienen más la intención de mostrar que de narrar; pero de una forma muy sutil, la guionista y directora Carla Simón introduce de forma estratégica piezas cruciales de información del mundo adulto para que, por contraste, esa inocencia que representa Frida nos duela más con cada dato que nos llega.
También es importante señalar cómo le llega esta información al espectador, ya que la historia no se aleja del punto de vista de su protagonista en ningún momento. La desgarradora realidad del mundo adulto siempre aparece a través del marco de una ventana o escuchando de refilón por debajo de una mesa.
No es necesario leer entrevistas para percibir que esta es una historia que toca de cerca a su realizadora, a tal extremo que la estampita que recibe la niña en la introducción bien puede ser la que recibió la directora siendo pequeña después del fallecimiento de su madre. Un detalle que le da un plus de realismo a lo que estamos viendo, que evidencia su originalidad no tanto por ser algo que no hemos oído, sino que es una historia que solo ha podido vivir quien nos la está contando…
Verano 1993 es una narración nada tradicional pero que ofrece una mirada naturalista sobre un tema muy difícil, la cual requiere un ojo atento y paciente por parte del espectador. A riesgo de usar una frase hecha, Carla Simón escribió (y filmó) sobre lo que sabía, sobre lo que ha vivido, y el resultado es una historia con un corazón tan enorme como su honestidad. Una historia original, pero en una definición que no muchas veces tenemos en cuenta de la palabra.
  
… El misterio es una de las claves de la obra de Carla Simón: sabemos que los padres de Frida han muerto, pero sin estridencias sino a base de pequeños comentarios, gestos y miradas se irá desvelando las circunstancias y las relaciones que enfrentaban a los diferentes personajes. Otra de las claves es el uso de los objetos: en Verano 1993 unos vestidos, una fruta, una lámpara, una tirita, un helado, una lechuga o un peine se convierten en algo, en motivo de conflicto, de dibujo de una personalidad o de símbolo de un estado de ánimo. Todo ello con la sutileza de lo verdadero, donde no hace falta insistir ni verbalizar porque la claridad expositiva de Simón es tal que no necesitamos que ningún personaje nos diga qué está pasando.
Verano 1993 es una película que se siente salida de las entrañas de la memoria en un tiempo en que los niños no son buenos ni malos sino simplemente niños. Frida se comporta mal, incluso con cierta maldad por momentos. Pero la inocencia, el no comprender la dura realidad, a pesar de que la conozca, le exime de culpa. Toda esta complejidad es captada con soberbia naturalidad por la cámara de Carla Simón, sin atisbo de dramatismo ni pretenciosidad. Como si todo el cine fuese así. Como si fuese tan fácil captar el momento de vida.

Es un emotivo drama, en el que a pesar de la dureza del tema tratado, Carla Simón jamás cae en el sentimentalismo fácil ni tampoco trata de manipular las emociones de los espectadores. La historia nunca toma el camino del melodrama sino más bien abre una ventana a la esperanza y, refleja de forma muy realista, el mundo a través de los ojos de una niña, que tras la pérdida de su madre intenta comprender el significado de la muerte. El nombre de la enfermedad de la madre nunca se menciona, se trata de algo vergonzoso y deshonroso para la familia en una época donde la información sobre el Sida era algo confusa y estaba relacionado, de forma equivocada, a un estilo de vida oscuro…

…'Verano 1993' encuentra milagrosamente el tono y el ritmo adecuados para resultar tan natural, emocionante y real que te llevará de la risa al llanto como los propios avatares de una vida y que quedan perfectamente resumidos en una secuencia final tan magistral como emotiva. Pero la película no es triste, todo lo contrario, es una declaración de amor a la vida que desprende una sensibilidad única y un gusto por los detalles aparentemente insignificantes, pese a que puede decepcionar a algunos espectadores que busquen una narrativa más convencional y una historia más elaborada. Encabezan el reparto adulto los estupendos David Verdaguer y Bruna Cusí, que se muestran generosos al ponerse al servicio de lo que verdad importa, las niñas, pero logrando que sus interpretaciones no desentonen y resulten igualmente creíbles en la interacción con ellas, algo complicado, pero son Laia Artigas y Paula Robles, las que de verdad te robarán el corazón, las dos, y la profundidad de la mirada de Laia es algo que no se recuerda en el cine español desde que Ana Torrent interpretó siendo niña 'El Espíritu de la Colmena' (Víctor Erice, 1973). Es 'Verano 1993' una película de cine-club, una pequeña rara avis que se desmarca del cine comercial con asombrosa soltura siendo una ópera prima, veremos de que es capaz Carla Simón en el futuro.

…Simón recupera lo sguardo di Frida sul proprio universo-mondo, cangiante da urbano a contadino, da familiare a irriconoscibile, estraneo, troppo stretto perché schiacciante, fatto di spazi e sentimenti paradossalmente troppo grandi. Frida, già orfana di padre, vive in città con i nonni e l’adorata zia Lola quando sua madre muore; lo spaesamento che da osservatori si avverte, data l’assenza di coordinate geografiche (solo a posteriori sarà possibile identificare il non luogo dell’incipit come Barcellona) e narratologiche, è lo stesso che la bambina sente nel cuore. Sradicata dal nucleo abituale e accolta in quello nuovo costituito da Esteve e Marga, zii materni, e dalla loro figlia biologica Anna, deve ricollocare se stessa di fronte alla mancanza di punti di riferimento, prima, a un centro diverso, poi. E allora, mentre cerca più o meno consapevolmente di ricavarsi il posto, prende le misure, sonda le relazioni e i territori. Nelle interminabili ore di campagna, dove la natura le è ostile e le cicale non smettono di assordare, ogni tentativo di stabilire un contatto autentico con le persone è ostacolato da una mancanza, o, meglio, da una mancata comprensione della mancanza che ne impossibilita l’accettazione. A Frida non riesce di piangere, vive a freno fuorché nella verità del gioco che ritualisticamente esorcizza a mano a mano tutto il dolore maturato facendolo affiorare in superficie: truccarsi e parlare come la mamma, offrire alla Madonna un pacchetto di sigarette per lei è il suo modo di sentirla ancora vicina, fare una telefonata al suo vecchio numero quello per realizzare che davvero non risponderà più. E’ una presa di coscienza che, insieme al crescente desiderio di essere amata dalla famiglia acquisita, muove le mosse da queste illuminazioni ma ha tempi di maturazione lunghi: non dura certo un’estate la gestazione di Frida…

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