domenica 30 dicembre 2018

Cold War - Pawel Pawlikowski

uno splendido bianco e nero, nel dopoguerra quando ancora i colori al cinema mancavano.
una storia politica, musicale, d'amore.
Wiktor e Zula si inseguono per molti anni, non si dimenticano mai.
riescono a viaggiare, privilegiati per quei tempi, fino a Parigi, e lì si incontrano ancora.
Pawel Pawlikowski è il regista di Ida, i due film hanno qualche somiglianza, si vede che sono girati dalla stessa mano, io preferisco Ida.
ma parliamo di super film, se Ida è da 10, Cold War è comunque da 9. 
non perdetevelo - Ismaele







Cold War non è una fabbrica delle lacrime, non è ricattatorio, mai. Una sobrietà rara in una materia tanto scivolosa, che è di regia e sceneggiatura. Storytelling ellittico, ha sentenziato una signora inglese di non so quale medium mentre eravamo tutti e due in fila un giorno a Cannes. Meglio non si potrebbe dire. Pawlikowski, in un’operazione di esemplare economia espressiva, elimina ogni traccia di superfluo, salta ogni raccordo, va dritto agli eventi lasciando che sia lo spettatore a colmare gli spazi vuoti e il non detto. A connettere i punti. Riuscendo a trasformare la storia dei suoi Wiktor e Zula in una storia breve dell’Europa divisa tra Est e Ovest. O viceversa. E quanto riesce a dirci senza sprecare inquadrature, come con quel viaggio in Jugoslavia…

La passione di Wiktor e Zula è segnata (letteralmente descritta) dalla musica, protagonista assoluta del film. La ricerca dell’animo polacco nella musica folk – quella che «ogni ubriaco che conosco sa cantare», come dice sprezzante Kaczmarek, il responsabile del Mazowsze ligio ai dettami del partito – vive subito, nel suo contrasto, con i vocalizzi che Wiktor chiede a Zula sulle note di I Loves You, Porgy, traccia gershwiniana che suggerisce l’immanenza di un mondo e di una “musica” altra, oltre il confine. La messa in scena prima minimale e popolare della musica contadina trova subito una sponda nel regime, che la trasforma in enfasi ideologica chiedendo di inserire inni omaggianti la riforma agraria e la figura del Grande Capo Stalin…

…la película se limita a seguir los pasos de una pareja que se ama pero no sabe cómo, a través de una historia de encuentros y desencuentros. Es una pareja que no puede vivir el uno sin el otro pero que no saben estar juntos.
Los personajes de Zula y Wiktor están bien definidos; los dos son supervivientes que tratan de buscar un hueco en los tiempos difíciles que vive su país, ambos destacados en sus interpretaciones, en especial Joanna Kulig como Zula.
La narración se extiende desde finales de los años 40 hasta poco antes de los 60, con la pareja recorriendo una geografía devastada, un mundo que se rompe y recompone como sus idas y venidas, recreando de forma maravillosa los ambientes pasados, las diferentes ciudades, los pueblos, desde la represiva Polonia al ambiente musical parisino, pasando por un Berlín fronterizo… con gran capacidad para expresar sensaciones con imágenes.
La fotografía es muy poética, melancólica. Saca el mejor partido a los primeros planos y exhibe imágenes con una espectacular profundidad de campo, encuadres perfectos, desarrollándose la narración más por imágenes que por palabras, por gestos, miradas.
La música también tiene mucho protagonismo, desde las canciones populares de la Polonia profunda o las escenas de baile hasta la música clásica, el jazz y los inicios del rock and roll.
El problema principal es que es una historia con saltos temporales un tanto abruptos, excesivamente fragmentada en el relato, de forma que se acaba viendo en la parte final un tanto deslavazada, pareciendo en ocasiones más preocupada por la forma que por el fondo.
Su desenlace. además de muy adecuado a la historia, es romántico, trágico, ambiguo y hermoso…

Cold War es un cúmulo de sensaciones durante sus escasa hora y media, un prodigio visual donde la fotografía, la filmación y diversos planos hacen que estemos ante una verdadera obra maestra en lo artístico ,cada escena, cada plano parece ser una obra de arte sacada de un museo, no hay lugar para dar tregua ante la belleza que nos muestra el director. En lo narrativo es otro cantar la historia, el querer desarrollar una larga etapa en la vida de los protagonistas hace que veamos muchas elipsis que no siempre están bien explicadas y algunas fallan, otras no son coherentes y en línea general estamos ante un guión un poquito caótico y sin mucho sentido en algunas ocasiones. Todo esto hace que salir del cine uno tenga contradicciones ante lo que ha visto,  una historia que flojea en muchas ocasiones se contrarresta con una puesta en escena sublime y que deja sin aliento. Una historia muy superior a su anterior trabajo Ida, engrandece a un gran director y solamente por su puesta en escena merezca la pena pagar la entrada para ver este soberbio film. Una historia tan triste como romántica a la vez.

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