domenica 9 settembre 2018

L'uomo dai mille volti (El hombre de las mil caras) - Alberto Rodríguez

nel 2016 Alberto Rodríguez (il regista de La isla minima) ha girato un altro gran film, che dev'essere passato in Italia, visto che c'è il trailer in italiano, ma con poco o niente successo, in pochissime sale.
peccato, perché è un film che merita molto, è la storia di un furto di soldi pubblici e tangenti, realmente (leggi qualcosa qui) successa in Spagna, e della sparizione del ladro, aiutato da una rete di complici.
la mente è un certo Francisco Paesa, spia e mille altre cose (chissà perché mi viene in mente Francesco Pazienza, spia e mille altre cose, piccolo il mondo) e il film, con bravissimi attori e una sceneggiatura che non ti fa annoiare un minuto delle due ore del film.
è un film impegnato e impegnativo, ma dà grandi soddisfazioni, a me è piaciuto moltissimo.
buona visione - Ismaele

ps: nel 2018 Alberto Rodríguez ha girato una serie intitolata La peste




…Tal y como ya hiciera en sus películas anteriores y sobre todo en Grupo 7 y La isla mínima, Rodríguez construye una pareja perfecta formada por la muestra de talento desbordante de todo su reparto con las calles de París y los interiores de casas y hoteles. Carlos Santos construye de manera brillante a su Luis Roldán como un personaje en evolución que se mide cara a cara con un Eduard Fernández igualmente brillante en su reconstrucción del personaje de Paesa. José Coronado es el cicerone-narrador que habita con una madurez y una solvencia impresionantes un personaje más complejo de lo que parece con el que el guión de Rafael Cobos y Alberto Rodríguez reformulan las atribuciones y características del detective clásico del género reinventándolo como testigo de los acontecimientos que sirve además como puente entre el espectador y el resto de los personajes y logra que el enrevesado asunto que nos narra quede diáfanamente claro. Del mismo modo Marta Etura se reinventa con diálogos de mujer fatal y miradas de actriz total que lo dicen todo sólo con un silencio y una pasada de ojos por la piel de la trama. Y luego hay intervenciones breves que dejan una huella indeleble, una firma de talento que nos grita lo grande que puede llegar a ser el cine español merced a sus actores, por breve que sea su aparición. Les recomiendo que reparen en las aportaciones de Emilio Gutiérrez Caba, Pedro Casablanc y Luis Callejo, que con tan sólo unas pinceladas construyen ese tapiz de fondo “político” de todo el asunto que se nos cuenta. Gutiérrez Caba tiene además varios encuentros con Eduard Fernández que son oro puro como escuela de cine y de interpretación para la cámara. Resumiendo: una película de cinco estrellas cuyo título espero escuchar muchas veces en la próxima entrega de los premios Goya y que merece toda la atención y todo el éxito por parte de la crítica y de la taquilla, porque es una de las mejores películas que vamos a ver este año.
Otra lección de cine de Alberto Rodríguez.

No nos llamemos a engaño: El hombre de las mil caras es una buena película. Es un thriller con ritmo, diálogos incisivos, crítica (poco) velada a la España de hoy en día y personajes interesantes. El problema es que termina hecha un lío y sin enterarse muy bien ni ella misma de lo que está contando. Como ya ocurriera en La gran apuesta, los espectadores con ningún estudio de economía tardarán en pillar algunos de los hechos que aquí se cuentan. Pero, pese a la trayectoria errática y el ambiente de thriller al uso, el filme es digno de aplaudir…

…El trazo de Rodríguez con la cámara es estilizado, maduro y está cargado de intención. Sus personajes no temen a dar la espalda a la cámara, a retratarse en contraluces, a quedarse entre las sombras, o al otro lado del marco de una puerta, pues la historia es sombría. Pero tampoco renuncia a que tengan sorna, a usar la ironía y a dejar espacio suficiente a las miradas para matizar las intenciones de cada uno de los agentes implicados en la trama. Basta uno de los mejores planos de la película (quizá del año) para, como toda buena obra, resumir la misma. Ese en el que Paesa mira el reloj mientras sujeta su cigarrillo omnipresente, con una especie de tapiz al fondo, con un mapamundi desplegado en dos esferas. Ese plano que nos dice y cuenta tanto de Paesa, como el resto de la película. El plano funciona como metáfora y símil de la personalidad de Pasea: ambigua, cambiante, embaucadora, pero también controladora, mentirosa y organizadora, como para esperar desde la sombra, mientras todo su plan se ejecuta al milímetro. Un plano de lo más estilizado, que ejemplifica el oficio alcanzado por su director, quien explora cada composición sin apenas necesidad de mover la cámara, a diferencia de sus primeras películas con un pulso mucho más nervioso. Sin duda, en esa aparente sencillez, es donde uno vislumbra que en esta película seguro hay más capas de lectura que las vistas en un primer visionado.
El conjunto se ve aderezado con interpretaciones a la altura de la encomienda. Eduard Fernández (Concha de Oro a Mejor actor en San Sebastián 2016) está inolvidable dando vida a Paesa. Carlos Santos construye la cara más humana de Luis Roldán y a su vez, reclama a gritos más papeles protagonistas en nuestra industria. El resto del reparto apenas desentona, especialmente Luis Callejo, oculto tras una aparatosa y llamativa peluca, que no desempaña la credibilidad con la que da vida a Belloch, exministro de Interior y Justicia. En cualquier industria cinematográfica relativamente sana, Alberto Rodríguez debería poder rodar, al menos, una película cada dos años. El único deseo de quien escribe esta crítica es que no le suceda lo mismo que a algunos de los mejores directores de cine de género de nuestro país, como Enrique Urbizu, abocado a estrenar una película cada seis o siete años. Por cierto, El hombre de las mil caras desmiente la máxima de Hitchcock que dice que si enseñas una pistola en una película, luego hay que usarla. Para Rodríguez, ni siquiera es necesario para mantener el interés. Le basta con enseñarlas. Y no por ello la narración decae en ningún momento. Por su planteamiento narrativo, formal y estético, la séptima película de Alberto Rodríguez se reconoce como una obra de primera línea, con envoltura de cine comercial, pero con corazón de cine reposado. Una gran combinación para una de las mejores películas españolas en lo que va de este 2016.

…Te viene a la cabeza títulos como El Topo, aunque el titulo del que hablamos está lejos de este en calidad, si tiene un parecido al reflejar el trabajo de espías mas parecido a un funcionario que a un James Bond cualquiera. Luego Alberto Rodríguez dota a El Hombre De Las Mil Caras en algunos instantes un ritmo mas dinámico-posiblemente para atraer a un publico mas amplio- que no siempre  favorece a la película.
Grandes el trio protagonista que resulta lo mas agradable de toda la película, es una alegría volver a ver Eduard Fernández en una interpretación espectacular como hacia tiempo que no le veíamos, sin duda estará en las quinielas de los Goya y Feroz de las próximas ediciones, su partenaire en el film Carlos Santos no se queda atrás y aquí si podemos decir que es su mejor interpretación de toda su carrera creando a un Luis Roldán magnifico con el riesgo que lleva el ponerse en la piel de un personaje que todo el mundo conoce muy bien. José Coronado-el tercero en discordia- vuelve a mostrarnos un personaje que parece escrito exclusivamente para el, recordemos que este personaje no existe, su personaje además sirve como narrador de la película poniendo en antecedentes al espectador.
El Hombre De Las Mil Caras resulta una película muy recomendable en la que no saldrás defraudado a pesar como hemos dicho de tener varias situaciones mal explicadas.

…entre guión, dirección e interpretaciones, uno de los grandes aciertos de este trabajo es el no juzgar a unos personajes sobre los que hubiera sido muy tentador hacer un retrato moralista. Y ello no impide que de todo el conjunto uno se lleve a casa la sensación de que la corrupción política actual no es algo nuevo, sólo algo más cutre, el resultado de una época en la que la impunidad hizo relajarse a los listos hasta volverse tontos, y nosotros con ellos, que les votamos.
También hay valor en esta película por lo insólito que supone en nuestra cinematografía. Siempre se ha tachado al cine español de abordar temas sociales en exceso, casi siempre con historias a pie de calle, y ahora de haber virado al extremo opuesto con thrillers y comedias acomodadas. Esta película, sin embargo, aborda por primera vez en bastante tiempo un hecho político concreto, con nombres y apellidos reales, y lo convierte en el más eficaz vehículo de entretenimiento. Quizás cuando algunos la tachan de americana, como si fuera algo malo, pasan por alto que el cine de Hollywood ha sido particularmente capaz de abordar su propia realidad política de forma crítica sin sacrificar jamás el interés del espectador medio por lo que sucede en pantalla. Ojalá más títulos como éste, porque de tramas adaptables vamos sobrados.

…El guión, la dirección y el montaje están entrelazados de una forma tan equilibrada y armonizada que la composición final funciona como una sinfonía perfectamente compuesta, en la que primer, segundo y tercer acto se funden en una montaña rusa que no para de subir en cuanto a su ritmo (quizás pausándose un poco justo antes del tercero, pero sin que ello sea un problema o efecto nocivo). Un ritmo hilvanado en combustión con una dirección basada en la danza entre planos fijos y pausados y a la vez movimientos de cámara veloces, en mano, cercanos y caóticos, que se retroalimentan de sí mismos marcando ya en el mismo rodaje la pauta para la sala de montaje posterior. Un montaje que, siguiendo, leyendo y reinterpretando la estela de los ecos de Soderbergh en Traffic y Contagio –e incluso de algunos episodios de la reciente The Knick– finalmente pone la deliciosa y definitiva guinda en el pastel. “El cine no es un trozo de vida, sino un pedazo de pastel” (Alfred Hitchcock).
Y por último, pero no menos importante, el actor que hace de toda esta construcción un castillo de naipes más sólido que cualquier rascacielos fundado en hormigón es Eduard Fernández. El intérprete entiende perfectamente la sintonía de honda a la que Alberto Rodríguez quiere que suene el film, y se adapta a ella excelentemente, llevando al personaje de Francisco Paesa a través de la franqueza, coherencia, cercanía, humanidad, descaro, insolencia y mordacidad. Y lo hace no sólo en las grandes secuencias preparadas para el lucimiento, sino sobre todo en aquellas menos importantes, donde ni siquiera quizás tiene una línea de diálogo; donde la clave de su maestría es la de un gesto, una mirada, un movimiento de cuello en el que vemos al personaje, en el que Paesa está ahí, en la piel de Fernández, embriagando toda la escena, el guión, el montaje y la dirección con el aroma de la prepotencia, de la corrupción, de la intelectualidad sibilina y de la soberbia de unos hombres que ultrajaron, usurparon y ridiculizaron a un gobierno entero y a un país que en esos días de febrero de 1995 empezó a caminar las sendas del principio del fin.



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