giovedì 21 settembre 2017

La cabina - Antonio Mercero


è un capolavoro, provare per credere - Ismaele



Possibly the most classic, highly-regarded and loved cult short horror movie ever made. It's only strange in a light Bunuelian absurd way, but the tension keeps building until the unforgettable ending that packs a wallop. An ordinary man becomes trapped in an ordinary phone booth with amused reactions from various passersby. The situation becomes more ridiculous as time passes by. To say any more would be to ruin the movie. Watch it. 

A man (José Luis López Vázquez) sees his son off to school, and stops to make a call in the newly installed phone booth in town square.  The phone doesn’t work, and as he tries to leave the booth, he discovers that he’s stuck.  A crowd gathers to assist (and gawk) to no avail.  Then here come the telephone guys, and the situation looks even more dire.
Starting out as a surrealist slapstick — something like Buñuel meets Tati — it gradually morphs into a modern nightmare.  In this film, running just over a half hour, writer/director Antonio Mercero brings us fears of claustrophobia, humiliation, technology and urban social disconnect.  I wasn’t sure where the film was headed… you don’t know if it’s going to end with a gag or if it’s going deeper into horror.  I won’t spoil it, but it’s satisfying.  Vázquez, who I’ve previously enjoyed very much in works by Saura, Berlanga and Ferreri, does a fine job in a role that’s entirely silent except the beginning.  At first he tries to maintain his dignity but as the situation grows more dire he starts to lose his cool.
For such a short film there shouldn’t be as many draggy parts as there are, but overall it’s a clever, effective and often witty piece.  I find it interesting that even though phone booths are largely a thing of the past, people are more “trapped” by their phones than ever.  

…Una trama compleja, de corte surrealista, de múltiples lecturas, que empieza como una chanza, una broma, pero que, tras el visionado, deviene en un canto a la libertad, precisamente constatando cómo, cuando extrañas entidades, ajenas al común de los mortales, deciden coartarla, reducirla, aniquilarla, de forma aleatoria, es decir, sin razón alguna, nadie, o casi nadie, mueve un dedo para ayudar a su prójimo, prefiriendo burlarse del cautivo, o sacar provecho propio de la ocasión; del conjunto de la sociedad, sólo unos pocos destinan una parte de su tiempo en ayudar a otro, y la compasión, la comprensión, la solidarirdad, tan sólo se manifiestan en los que en modo alguno van a ser tomados en serio, payasos de un circo.
De forma imprevista, el hombre se ve privado tanto de libertad como de voz para expresarse, pues ni puede salir de la acristalada cabina, prisión transparente pero prisión al fin y al cabo, y nadie le puede oir, por mucho que se desgañite reclamando, desolado, exasperado, su libertad, atenazado por unas decisiones, una metodología, una maquinaria impresionante que le sobrepasa, le excede, y que casi todos aceptan como inevitable consecuencia, a saber que habrá pasado....
Consiguen los autores crear un sentimiento claustrofóbico a plena luz del día, recordándonos que la libertad sí tiene precio y que éste es muy alto, sobretodo cuando se produce la pérdida de esa libertad a la que estamos acostumbrados como derecho adquirido, demostrando, magníficamente, que la libertad individual pende de un hilo cuando no todos estemos dispuestos a luchar por la propia y por la de los demás, como si fuera la propia…

   Esta idea tan sencilla da pie para que se construya de forma efectiva el horror en el personaje, el cual apoyado en una excelente interpretación de su actor principal, es transferido convincentemente al público. La trama como se mencionó anteriormente, se va transformando poco a poco desde la comedia hasta el horror surrealista. El director, supo crear una atmósfera definida, con el fin de presentar al personaje como si fuese un animal encerrado en un zoológico o en su defecto, una atracción de circo, donde las personas van a verlo para reírse de su situación y entretenerse a costa de su humillación. En una de las escenas más dicientes, el hombre encerrado ve su reflejo en un espejo que están trasladando unas personas en el parque, en ese momento, se ve a sí mismo en su propia jaula. Adicionalmente, la actuación tiene mucho soporte para la historia, por el hecho de que el personaje prácticamente no tiene diálogos -solo cuando se despide de su hijo-, pues el sonido que se escucha viene del exterior de la cabina en todo momento, elemento que ayuda a aislar el personaje del mundo. Todo su miedo debe ser transmitido a través de sus reacciones, todo un logro interpretativo y de genialidad creado desde un sorprendente guion. La historia posteriormente se transforma en una pesadilla, un horror surrealista que nadie es capaz de anticipar, pero que le otorga a este cortometraje español un estatus de calidad pocas veces logrado.

…El retrato social de un país aprisionado, necesitado de aires de libertad está aquí magistralmente conseguido, tanto, que una vez más una idea claramente telegrafiada pasó inadvertida a los estúpidos equipos de la censura, que todavía continuaba a pleno rendimiento antes de la ligera ‘suavización’ introducida en los setenta. El inquietante final conseguía ese efecto de extensión de una situación particular a una metáfora en el plano colectivo de lo que sucedía entonces en España. Además, está visto desde la perspectiva de los nacidos después de la guerra: al igual que nos asusta profundamente, no el hecho del encierro en sí del pobre hombre en la cabina, sino la ausencia de explicaciones, de por qué sucede, quién lo ha ordenado, dónde le llevan, etc., indignaba a muchos jóvenes nacidos tras la guerra el hecho de encontrarse en una situación heredada e injustificable, ante la que además no tenían voz para hacer preguntas ni formular quejas, y cuya única respuesta era un porrazo de los grises o una noche en el calabozo de la Dirección General de Seguridad. No había salvación, ni explicación.
Por otro lado, supuso un nuevo paso más en la conversión de José Luis López Vázquez hacia un cine más serio, alejado de la comedia (tras aparecer durante las décadas anteriores sobre todo en comedias costumbristas y de entretenimiento que incluso le valieron una cuantiosa oferta de Hollywood, proveniente de George Cukor, que buscaba convertirlo en el nuevo “Cantinflas”), que luego alcanzaría cotas altísimas en trabajos para Carlos Saura, Jaime de Armiñán y muchos otros, aunque mantendría sus apariciones en comedias con papeles que recordaban a los de antaño, como por ejemplo, sus trabajos con Berlanga.
En resumen, una película perfecta para explorar las técnicas básicas del suspense y su influencia en las emociones del espectador, pero también de gran valor sociológico ahora que conmemoramos el treinta aniversario de las primeras elecciones democráticas en España tras la dictadura franquista, para hacernos una idea del incipiente estado de protesta que latía en el país y que provocaría un cambio imposible de detener.


qui una bellissima recensione


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