sabato 8 dicembre 2012

Elefante blanco – Pablo Trapero

film ambientato in una Villa miseria di Buenos Aires, al centro una parrocchia fatta di gente che si sporca le mani, senza guardare a convenienze e gerarchie, ecclesiastiche e politiche.
e alla fine questo si paga.
dei tre attori principali sono grandi Ricardo Darín e Martina Gusmán (già insieme in "Carancho", sempre di Pablo Trapero), non (mi) convince Jérémie Renier, bravissimo attore in diversi film coi fratelli Dardenne .
musiche di Michael Nyman, riconoscibili e perfette.
non è perfetto, ma è un gran film, non delude, promesso - Ismaele 




Il regista Pablo Trapero (Mundo Grua, Carancho, tra gli altri) avvolge lo spettatore con immagini suggestive e poi gli mostra un panorama di squallore inusuale: passa dalla giungla alle favelas argentine, assai meno famose di quelle brasiliane e non per questo meno misere e violente. La storia per quanto interessante non è però la parte più forte, sono i personaggi il fulcro del film, soprattutto il protagonista (Darin, folgorante), straordinario e lontano da ogni cliché. Non c'è forzatura o ricatto emotivo: Julian è eroico, ricco di sfumature e privo della retorica militante. Fa parte di quei preti che lavorano silenziosamente nei paesi del terzo mondo. Che hanno scelto di lasciare il benessere per l'impegno sociale e si sono dedicati ai poveri. Un uomo che ispira rispetto e ammirazione, a cui affidarsi senza remore. A memoria, un prete così al cinema non si vedeva da tanto.
da qui

... Hasta ahora el cine de Pablo Trapero se ha distinguido por su preocupación social y por el tratamiento de temas que tienen que ver con los desajustes y tensiones colectivos, siempre desde una óptica de denuncia pero, al mismo tiempo, resaltando la humanidad doliente de los protagonistas y víctimas de estos conflictos. No se aparta de esta tónica Elefante blanco, aunque a su guión le falten más de dos o tres «reescrituras». En efecto, la estructura del film se resiente porque el relato del «trauma amazónico» de Nicolás y el retorno a Buenos Aires con Julián ocupan demasiado tiempo y un lugar privilegiado al comienzo mismo del film. El espectador tarda en entrar en harina innecesariamente. Por otra parte, la historia de Nicolás, incluyendo el idilio con Luciana, no pasa de ser un tópico como la copa de un pino. La misma interpretación que le presta el actor Jérémie Rénier, el de las películas de los Dardenne, no me resulta nada convincente. La inclusión de la escena de cama me parece igualmente una concesión comercial porque sabido es que tiene morbo ver a un cura yaciendo con una chica.
Hay otro defecto que me parece mucho más grave: la dispersión de temas que acaban por aparecer en el film. La presentación de la «villa» resulta impresionante. Bajo una lluvia torrencial, el plano del perro solo bajo el aguacero, en medio del barro, es patética, una imagen que se te queda grabada. Lo mismo que algunos otros planos-secuencia en que la sordidez del suburbio hace honor al apelativo de «miserable». Pues bien, las subtramas personales acaban por apoderarse del guión provocando un desenfoque del centro de interés (la situación infrahumana) por asuntos de menor cuantía: el romance de Nicolás, la salud de Julián, el caso del drogadicto Monito, las relaciones con el obispo, la represión policial, el homenaje al P. Carlos Mugica (cura villero, asesinado en 1974, al parecer por la Triple AAA, cuyo crimen nunca ha sido esclarecido, al que el pueblo pobre tiene por mártir y santo, y a cuya memoria Pablo Trapero dedica el film).
Todo este solapamiento de conflictos acaba por desviar la atención del tema mayor e introduce un cierto desbarajuste argumental, restando fuerza y contundencia a la denuncia de una situación intolerable de incuria, abandono y pobreza extrema. En este sentido, el film pierde valor testimonial para ocuparse de «asuntos particulares». Y es lástima, porque a ratos respira una gran autenticidad e impacta en el espectador, incapaz de sustraerse ante semejante panorama.
Con todo, esta obra irregular y algo desequilibrada confirma la valía de Trapero como cineasta muy capaz de proporcionarnos imágenes imborrables (magnífica la fotografía de Guillermo Nieto). También su sensibilidad y su opción por las víctimas sociales queda acreditada y refrendada. Su punto flaco ha sido en esta ocasión un guión no especialmente afortunado. Ricardo Darín y Martina Gusmán están muy bien en sus respectivos papeles, eminente el primero en el personaje de un cura que, como dice el personaje, aspira no sólo «a morir por los pobres sino a vivir con ellos». La música de Michael Nyman pone su granito de arena y contribuye a mejorar el resultado final.
da qui

Muchos de los que hayan leído la sinopsis de “Elefante Blanco”, se habrán preguntado cómo Pablo Trapero ha conseguido financiación para una película con semejante argumento: unos sacerdotes católicos luchan por construir unas viviendas para los más desfavorecidos en una zona marginal de Buenos Aires. Y la verdad es que no ha debido ser fácil, a tenor de la infinidad de nombres de organismos y productoras que desfilan en la gran pantalla justo antes de los títulos de crédito iniciales. Supongo que el cineasta argentino ha debido ser un factor determinante a la hora de poner a tanta gente de acuerdo; igual que la temática escogida habrá sido responsable de que nadie haya querido invertir grandes cantidades de dinero.
Y es que hay directores que saben como removerte las entrañas; que pegan donde más duele; que logran transmitir emociones con una intensidad casi equiparable a la de la propia realidad; Pablo Trapero es uno de ellos. Si ya nos conmovió hace un par de años con la magnífica “Carancho”, donde un majestuoso Ricardo Darín se buscaba la vida en los bajos fondos argentinos a costa de las compañías aseguradoras, ahora vuelve a hacerlo hurgando en heridas que llevan atormentando al ser humano desde el principio de los tiempos : la pérdida de la fe y los remordimientos de conciencia…

… el tono de thriller vibrante del conjunto ayuda a la digestión de su compromiso, una opción visual, estética y narrativa en ocasiones cercana a la “Ciudad de Dios” deFernando Meirelles que acerca este “Elefante blanco” a un palco mucho más amplio que el interesado en el drama de denuncia social. En cuanto al tridente central, Ricardo Darín está cómodo, como siempre ─es uno de esos actores que parece que no tienen que hacer el más mínimo esfuerzo para meterse en sus papeles─, el dardenniano Jérémie Renier chirría un tanto desde su forzosa adaptación lingüística, a veces poco natural más allá de lo lógico, y Martina Gusman defiende de modo regular el menos sabroso de los personajes principales. No está mal, pero algo falla.

2 commenti: