domenica 31 gennaio 2016

Still Walking (Aruitemo aruitemo) - Hirokazu Koreeda

una famiglia come tante, con i suoi fantasmi, i suoi dolori, le sue assenze.
ci si trova tutti insieme per ricordare un morto, figlio e fratello, e per elaborare il lutto.
è tutto così normale e profondo che solo un gigante può girare un film così, e Hirokazu Koreeda lo è.
sembra che non succeda niente, in realtà nel film scorre la vita, come succede raramente.
l'ho visto due volte in due giorni e la seconda volta è ancora più bello, non privatevene - Ismaele





…Kore-eda costruisce un sommo kammerspiel del non detto, non privo di un’elegante ironia e carico di uno sguardo dolente prima ancora che giudicante. La quotidianità dei dialoghi, a volte persino banalmente semplici, quasi ovvi, ci permette di entrare in contatto con la famiglia Yokoyama con lo sguardo complice di chi, sotto sotto, riconosce determinate dinamiche relazionali come proprie: il dialogo iniziale sull’utilizzo del rafano, lo scambio di battute tra genero e suocera sulla bontà del thé in bustina, l’album di fotografie sfogliato dalle donne di casa sono esempi di una ricerca fenomenica e antropologica accurata, realistica, mai succube del fascino della retorica.
Proprio per questa naturalezza di sguardo – la regia in molti punti si fa quasi sussurrata, invisibile eppure di un’armonia invidiabile – si percepisce il contraccolpo che Kore-eda ha in serbo per il suo pubblico con una forza ancora maggiore: la sottile crudeltà di Still Walking è in questa capacità di mostrare l’ordinario e di dissacrarlo e distruggerlo allo stesso tempo…

…Film dolce, bello, girato con discrezione la camera ritrae parimenti tutti e indugia sui volti solo quando esprimono più delle parole, altre volte invece spia da pertugi o prende una pausa su particolari ambientali. Le "tipiche" storie familiari non paiono conoscere i confini geopolitici, sono sempre quelle, si tratta di essere capaci di illustrarle , e Kore-eda lo è…

Most family dramas contain too much drama. In most families, the past and present don't meet and find resolution during a 24-hour period, no matter how many American films you've seen about Thanksgiving. Painful family issues are more likely to stay beneath the surface, known to everyone but not spoken of. "Still Walking," a magnificent new film from Japan, is very wise about that, and very true.
A dozen years ago, the prized possession of this family was Junpei, the eldest son, doted on by his parents and admired by his younger brother and sister. But Junpei drowned while saving a life, and every year the family gathers, as many Japanese families do, to visit his grave and memory…

…Un hijo ausente que aparece con una definición vital más pronunciada que los presentes que le sobreviven. De forma caprichosa, aunque quizás no tanto, recuerdo, especialmente, el plano secuencia en el que la familia se encuentra en el jardín preparándose para hacerse la foto. Lo que tenemos en el campo de visión es el comedor vacío y cómo el sonido engrandece el espacio con las conversaciones que vienen del jardín. En el comedor, al fondo, de forma centrada tenemos la foto del hijo fallecido bien definida (la madre entrará a buscar esa foto), frente a las siluetas deformadas y borrosas de la familia en el lateral frontal del marco de la cristalera.
Precisamente, Kore-Eda nos esconde con suma maestría cuanto de exorcismo o de ejercicio de expiación tiene su film, hasta que asistimos al bello epílogo, en el que el hijo recuerda a sus padres en la visita a sus tumbas. De esta manera, la rápida recapitulación que ejercitamos a lo que hemos visto hasta el presente, adquiere una hondura que pocas películas tienen el privilegio de transmitir al espectador.

Un relato desgarrador que no deja casi ninguna esperanza: cuando la raíz de una familia está rota, es muy difícil que pueda enderezarse. Ryota es un hombre adulto. Está cansado de las presiones de su trabajo, lucha ante el día a día, se siente enamorado de una mujer con un hijo, sigue adelante. Pero nada de esas cuestiones lo altera más que su papá, a quien le tiene miedo. No tiene valor para enfrentarlo, escuchar sus críticas o su falta de interés. Su evidente reprobación al camino que eligió. No es un doctor como él, sino un curador de obras de arte. El encuentro en la casa de la familia en Yokohama, con la otra hija, que pretende olvidar, mirar al piso y hacer que todo está bien, es brillante.

Kore-Eda logra un equilibrio perfecto entre los detalles de suave humor que salpican la cinta, con cierto patetismo -el gordo patán por el que dio la vida el hijo fallecido-, y hasta con momentos mágicos, la mariposa de alas amarillas. No se cae en la sensiblería, mostrándose con realismo los buenos deseos que presiden las reuniones familiares, y las diferencias y puyas que surgen casi de modo inevitable. Los actores han captado perfectamente los pequeños detalles que definen a sus personajes, por lo que la película alcanza algo muy parecido a la perfección.

 

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